Análisis de Bayonetta 3
14 noviembre, 2022La bruja de Umbra ha vuelto… más en forma que nunca.
Platinum Games lo ha vuelto a hacer. Esta gente ha dado de nuevo un puñetazo en la mesa (con un fantasmal puño gigante hecho de magia y largos cabellos negros azabache) para recordarnos que no sólo son los maestros del hack’n slash, sino que son únicos motivando al jugador a mejorar y a buscar sin descanso el “jogo bonito”, y que a la vez, en un enorme y complejo combo producto de una secuencia de botones milimétricamente ejecutada bajo la dirección de Yusuke Miyata y la dirección ejecutiva de Hideki Kamiya, son capaces de desarrollar personajes carismáticos, e integrarlo todo en un argumento del que siempre quieres saber más. El nuevo título de la sensual bruja es un torrente de acción, desenfreno, delirios y excesos, en el que todo es posible, donde todo es grande, y más grande, y más y más grande, y nada, absolutamente nada, deja indiferente en el nuevo.
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La nueva entrega de las aventuras de nuestra bruja favorita nos sitúa después de los hechos de Bayonetta 2. La espigada hechicera oriunda de Vigrid disfruta de un merecido descanso camuflada (y vaya si está camuflada, qué maravilla de caracterización) entre los humanos, cuando aparece un nuevo desafío: tras enfrentarse a las hordas de Paradiso en la primera entrega, y de Inferno en la segunda, esta vez tendrá que hacer frente a un magnífico enemigo al que conoceremos como Singularity, quien, junto a su ejército de unidades biorobóticas llamadas homúnculos, encarna a las fuerzas desatadas de la tecnología en el mundo de los humanos y amenaza nada menos que la existencia de nuestro universo, y, de paso, de todos los demás.
Esta premisa da pie a un huracán de acción carente de las más mínima mesura y rebosante de desenfreno que nos arrastrará desde el primer minuto de juego. La nueva obra del equipo de Kamiya nos tira a la cara sin piedad cubos y cubos de explosiones, destrozos cataclísmicos provocados por gigantescos leviatanes, ciudades enteras literalmente volando por los aires y mucha, mucha de la psicodelia tan característica de esta saga.
A lo largo de la historia nos encontraremos con viejos conocidos como Rodin, Enzo, Luka, Jeanne… y con nuevas incorporaciones como la bruja punkie Viola, que hará las veces de sidekick de Bayonetta en esta ocasión, y a la que tendremos la ocasión de controlar en más de un episodio. Esta alternancia entre personajes jugables es forzosa en la historia, y si bien añade variedad al gameplay, puede resultar anticlimático para jugadores interesados en pulir su técnica de combate con Bayonetta, teniendo que desviarse de repente a nuevos combos e implementación de mecánicas, e incluso a tipos de videojuego completamente distintos en algunos capítulos, que no desvelaré para no hacer spoiler, al más puro estilo Yoko Taro.
Y todo ello como título exclusivo de la pequeña gran consola híbrida de Nintendo. Es, en la humilde opinión del que escribe, admirable de qué forma le tiene cogida la medida el equipo técnico de Platinum a la Nintendo Switch. El juego va como la seda en todo momento, con una tasa de frames rocosa que resiste impasible las acometidas de cientos de partículas, explosiones y brilli brilli desfilando por la pantalla. Que si, que las texturas no son next-gen. Y que no, que no tiene ray tracing ni se mueve a 120 fps, pero el resultado visual es más que satisfactorio en todo momento, alcanzando puntualmente unas cotas en ciertos escenarios que te dejan con la boca abierta. Y conseguir eso en un ecosistema como el que tenemos ahora entre manos, con una plataforma de hace más de cinco años tiene mérito, vaya que si lo tiene.
Y al hilo de los escenarios, es de destacar la cantidad y variedad de los mismos. A lomos del desbocado argumento, cabalgaremos por localizaciones tan dispares como el Japón feudal, la ciudad de Tokio, incluyendo una recreación (más) del famosísimo cruce de Shibuya (en el que de repente creeremos estar en Persona 5), ruinas egipcias semienterradas en el desierto, una fortaleza tecnológica fuertemente custodiada por secuaces de Singularity, y universos paralelos a través de los cuáles viajaremos en el espacio y el tiempo.
Las mecánicas principales se mantienen intactas con respecto a entregas anteriores de la saga. Pero en este caso, a los ya familiares combos, ataques de tortura y tiempo brujo, se une la posibilidad de invocar a los llamados “Demonios Esclavos Infernales”. Estos amiguitos son gigantescos “pokemon” con los que iremos estrechando lazos a lo largo del juego, y a los que podremos llamar durante nuestros combates para que revienten a nuestros adversarios por nosotros, mientras nos dure una barra de magia que posteriormente se va rellenando con el tiempo. Mientras manejamos a estos avatares Bayonetta no se podrá mover, por lo que además, simultáneamente a controlar al gigante demoníaco, tendremos que estar muy atentos a que ningún enemigo se le acerque o le dispare. Es más que satisfactorio controlar a estos infernales aliados, y si encima tenemos la capacidad de dispersar nuestra atención lo suficiente, podremos ver cómo, mientras repartimos estopa con los enormes demonios, Bayonetta está ejecutando la coreografía mágica necesaria para mantener a estas entidades en nuestro plano de existencia (y de batalla). Si, está bailando. Y es hipnótico. Las secuencias de pasos y movimientos de baile que la bruja lleva a cabo mientras el grandullón pelea son absolutamente deliciosas. No hay nada al azar en este juego, y tampoco los movimientos de los bailes a través de los cuáles Bayonetta ejecuta sus combos y canaliza sus hechizos.
Y hablar del baile me da pie para sacar el tema de la música… La música del juego es EXCELENTE. La selección de temas de estilos tan dispares como el jazz, el punk y las músicas del mundo es soberbia, y su integración y adaptabilidad a cada momento del juego es símplemente perfecta. Mención especial, como viene siendo habitual en la saga, a la ambientación tanto sonora como estética del “The Gates of Hell”, el garito regentado por nuestro conocido Rodin, en el que alternaremos entre batalla y batalla para pertrecharnos de armas, objetos y coleccionables a golpe de talonario de orbes.
Esta nueva entrega de Platinum Games viene por supuesto cargada de contenido adicional en forma de retos y desafíos, coleccionables, y premios diversos con los que el título premia la exploración y la excelencia, a nivel funcional y estético, en el combate. El sistema de puntuación me ha parecido más benevolente que en ediciones anteriores. Lo reconozco: soy muy manco, y encima perfeccionista, lo cuál es una combinación muy mala en este caso, que no me ha dejado olvidar que en mis primeros pasos con la saga acababa cada capítulo con un trofeo de piedra. En esta ocasión he tenido la impresión de que el juego te premia más, y que las puntuaciones, sin serme tampoco muy comprensibles, me parecen más compasivas con el jugador. Porque no amiguitos, yo no creo que haya mejorado tanto de mi manquismo como para llevarme tantas platas como me he llevado.
Finalmente, no quisiera acabar esta tremenda turra que os estoy dando en este éxtasis de subidón brujil en el que me encuentro sin comentar que el juego se juega absolutamente solo. Me refiero a que, si quieres y te interesa, puedes profundizar en el combate, en la exploración, en los desafíos y en los coleccionables, y ahí tendrás a tu disposición un pozo de horas infinito con el que gozarás de lo lindo. Pero independientemente de esto, tanto si vas a por todo como si prefieres ir más “al turrón”, la historia principal se desarrolla a un ritmo tan frenético y bien medido, que te lleva en volandas sin tocar el suelo, dando dobles saltos, cabriolas y paseos brujos, y te importará tres trozos de chupachups verde si a veces en ciertas secuencias no tienes ni idea de qué está pasando ni quién o cómo está controlando a tu avatar: el ritmo cinematográfico está a la altura de Michael Bay, y te arrastrará sin piedad tras la estela de mariposas de colores neón y cadáveres de enemigos despedazados que va dejando tras de sí Bayonetta, la bruja de Umbra.
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