Tatsumi, de Yoshihiro Tatsumi
9 septiembre, 2020Pocas veces se ha retratado la sociedad japonesa de postguerra con la maestría de Tatsumi: Yoshihiro convierte la realidad, el mundo que le envuelve, en una obra de arte llena de significado, trascendiendo el retrato social para profundizar en la psique de unos personajes que se erigen en símbolos de su época. Su estilo sencillo y directo no está exento de una crudeza pocas veces vista: Tatsumi se aleja de sus personajes, no se apega a ellos, para de esta manera no juzgar sobre sus actos y las consecuencias de estos. Esa mirada imparcial, sin sentimentalismos, describe a Japón como un paisaje donde sus habitantes transitan aquejados por la soledad, el temor, el silencio… Tatsumi va más allá del retrato de una sociedad, de la disección de un espacio y un tiempo, para hablarnos de la naturaleza humana. Por ello, el texto que hoy nos ocupa no puede más que llenarnos de alegría, pues supone reencontrarnos de nuevo con el microuniverso de Tatsumi, repleto de dolor, sí, pero lleno de vida pese a todo: los nueve relatos recopilados en este imprescindible tomo de Satori Ediciones son una muestra esencial e imprescindible de la maestría de Yoshihiro Tatsumi.
De sobras es conocido que estamos hablando del padre del gekiga, un tipo de manga alejado de los circuitos habituales de su época y que abrió y amplió la temática de este género. Buena muestra de lo que supuso y de cuáles eran sus propósitos lo encontramos en este volumen que se abre con el célebre Infierno, un relato donde el horror que produjo la bomba atómica es el marco perfecto para sacar a relucir la oscuridad que habita en el protagonista. Una narración sorprendente, austera y durísima sobre las fronteras del bien y el mal que no dejará indiferente a todo aquél que se aproxime a ella.
La presencia de animales en la obra de Tatsumi sirve, habitualmente, como espejo de sus personajes, como reflejo animalizado del comportamiento de sus protagonistas: monos, perros y escorpiones, protagonistas indirectos de tres relatos que se convierten en un símbolo claro de la moralidad y el comportamiento de ciertos personajes que, ya sea por ser temerosos de las multitudes y vivir aislados en sí mismo (“Querido Monkey”), o bien por ser dependientes de terceras personas (“Cría”) o porque esconden en su interior la rabia y el odio hacia aquellos que los envuelven (“Escorpión, who are you?”), han abrazado la animalidad y se han alejado de la sociedad.
La vejez también se retrata, de manera directa o indirecta, en dos relatos: el primero de ellos, “La primera vez de un hombre”, es un relato agridulce en el que se nos narra el tiempo previo a la jubilación de su protagonista. Una mirada marcada por la carnalidad y el desapego familiar, la sensación de inutilidad y la impotencia. Por otro lado, “Las montañas de los viejos abandonados en Tokio” narra las peripecias de un joven subyugado a las necesidades de su ya anciana madre y de su prometida. Un protagonista apabullado por el entorno, por el río de palabras que tanto su madre como su futura esposa abocan sobre él, impidiéndole siquiera hablar o expresarse: un auténtico relato pesadillesco.
En este retrato de caracteres, propios de esta comedia humana, no podía faltar el mangaka frustrado: “Ocupado” es, sin duda, la narración más ligera de este recopilatorio, pues nos explica cómo un mangaka vuelve a sentirse inspirado para crear al observar los dibujos eróticos trazados en las parades de un retrete público. “Goodbye”, por otra parte, es una historia desgarradora y profundamente desalentadora que tiene como protagonista a una prostituta: el retrato descarnado que Tatsumi lleva a cabo es desgarrador. Y, finalmente, “La campana fúnebre” nos lleva hasta el mundo del boxeo para presentarnos a un protagonista con ambiciones desmedidas que acabará absorbido por una espiral de violencia. Llama mucho la atención en este último relato el cambio de estilo: Tatsumi tiene un trazo ligero y claro, pero aquí, gracias al equipo con el que trabajaba, ha sido capaz de darle una tonalidad más oscura, con unos fondos más detallados, así como unos cuerpos que ganan volumen.
Sin duda, estamos ante un recopilatorio brillante en el que todos los relatos, pese a ser independientes unos de otros, saben dialogar perfectamente entre ellos, generando una organicidad y una armonía difícil de conseguir en este tipo de compilaciones. Yoshihito Tatsumi es un autor absolutamente imprescindible para los amantes del gekiga: su maestría en el retrato de personalidades y la recreación de los ambientes, así como la disección que realiza de la época de postguerra, lo llevan a consagrarse como el genio que fue. De no haber existido Tatsumi, hubiéramos tenido que inventarlo.
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