Box. Hay algo dentro de la caja, de Daijirô Morohoshi

Box. Hay algo dentro de la caja, de Daijirô Morohoshi

3 noviembre, 2020 0 Por Alberto Martin
Share this...
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter

Box. Hay algo dentro de la caja es, valga la redundancia, una auténtica caja de sorpresas: nada sabía yo de su autor, Daijirô Morohoshi hasta que abrí el primer volumen (de los tres que componen esta obra) y quedé absolutamente maravillado ante lo que mis ojos estaban presenciando. También es cierto que, con toda certeza, es la lectura más extraña y bizarra que he realizado en lo que llevamos de años. Y que nadie piense que lo digo con connotaciones negativas: al contrario, es una lectura estimulante, de una imaginación desbordante. Morohoshi tiene el don de crear espacios y situaciones que bordean lo imposible con una facilidad pasmosa. Su lectura es, ciertamente, para valientes, para aquellos que estén dispuestos a jugar según sus reglas. Morohoshi es un autor tan terrorífico como divertido y de esta contradicción se nutre la obra que hoy nos ocupa.

La historia que hilvana Morohoshi nos lleva de la mano de sus ocho protagonistas, quienes son convocados, mediante unos extraños rompecabezas, ante un extraño cubo gigantesco que parece contener dentro de sí toda una serie de pruebas que deberán ir superando poco a poco para alcanzar la meta y conocer al extraño ente que domina la arquitectura y las normas de la Caja. La Caja, como pueden imaginar, tiene entidad propia y, sobre todo, tiene una guía (la niña diabólica) que, lejos de facilitar el trayecto a los protagonistas, les pondrá todas las zancadillas que pueda para impedir una feliz resolución.

En Box destacan muchos elementos pero uno de los que más importancia tiene es el retrato de sus personajes: en especial el triángulo (amoroso) entre Kôji, Megumi y Jingû. Sin duda, son los personajes mejor desarrollados en la trama y los que contienen los fragmentos más cómicos basados en la ambigua identidad sexual de uno de ellos. Pero también hay otra dupla protagonista que nos va a deparar mucha diversión: Kyokô y la niña diabólica. Dos personajes totalmente contrapuestos y que llevan a cabo una batalla repleta de tensión a lo largo de las rocambolescas estancias de la Caja. Una batalla de información, sí, pero también una batalla tremendamente física.

Morohoshi tiene la extraña cualidad de mezclar, en su dibujo, una sensualidad diluida pero extrañamente omnipresente en la obra: no hablo ya de las cuestiones de identidad de género y relaciones amorosas, sino de su dibujo. Contra todo pronóstico, en una obra marcada por el survival horror y el terror lovecraftiano, Morohoshi sabe ingeniárselas para poner una gotas de sensualidad en su dibujo que impregnan la gran mayoría de sus viñetas. Un efecto extraño, casi como una ilusión óptica de las que pueblan la Caja, pero muy presente en los tres volúmenes. Asimismo, Morohoshi es capaz de hacer dialogar su obra con los videojuegos, el cine y la literatura con una soltura digna de un maestro: los diferentes niveles con sus pruebas finales, sus imposibles monstruos con reminiscencias claras del ya citado H.P. Lovecraft, sus encuadres imposibles su capacidad para dar a luz espacios dignos de la mente del artista Escher… Todo ello da buena cuenta de las magníficas habilidades tanto en el terreno argumental como artístico de que dispone el mangaka. Morohoshi es tan desasosegante como amable con el lector: tan pronto nos encontraremos con escenas auténticamente pavorosas, como con pasajes marcados por la comedia y el romanticismo. Es una mezcla explosiva, única: pocos autores son capaces de crear una obra de terror que nos depare escenas descacharrantes como las aquí presentes.

Box. Hay algo dentro de la caja es un compendio de ideas brillantes que saben emocionar al lector una vez concluido el angustiante viaje de sus personajes: es una de aquellas obras que, al terminarse, dejan huérfanos a sus lectores pues saben (sabemos) que es tarea imposible encontrar una obra similar en tono, concepto y estilo. Es una rara avis que hay que atesorar y cuidar: deleitense con cada minuto de su lectura, no tengan prisa en avanzar (cosa harto difícil, pues cada capítulo acaba con un cliffhanger que obliga a continuar su lectura), contemplen a sus personajes y emocionense junto a ellos. Poco a poco, se sentirán como uno más dentro de este extraño grupo y, sobre todo, se sentirán dulcemente atrapados por la Caja.