Análisis de Paper Mario: The Origami King

Análisis de Paper Mario: The Origami King

10 agosto, 2020 0 Por Impozible Julín
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Mi relación Paper Mario ha sido una de muchos altibajos. Las dos primeras entregas viven en un eterno idilio con mi corazón nintendero, en especial La Puerta Milenaria. Después llega Super Paper Mario, y pese a que no nos pegamos ese mismo revolcón, sí que hubo mucho cariño y disfrute. Nuestro primer encontronazo llegó, claro, con Sticker Star para 3DS. Había buenas intenciones pero poco equilibrio y un guión con bastante menos gracia de lo que esperaba. Con Color Splash hubo algo más de entendimiento pero seguíamos lejos de la pasión de las primeras veces. Y llega ahora The Origami King para intentar arreglar nuestra medianamente deteriorada relación. Vamos a ver qué tal la terapia.

Arranca este nuevo título de la saga cartonera (jeje) cuando el reino champiñón es invadido por el rey Ollie, un ser hecho de origami que convierte a todos sus habitantes en, precisamente, seres de origami. Lo cual no era muy difícil porque dada su naturaleza, simplemente había que doblarlos. Esto ya provoca un buen montón de chistes divertidísimos sobre lo poco que gusta en este mundo bidimensional la gente que tiene, traga saliva, volumen. Pero no contento con ello, el Rey Ollie, se lleva el castillo y con él a Peach por lo que es tarea de Mario en su vertiente más plana rescatar a la princesa y devolver el reino a la normalidad. El típico planteamiento de un Paper Mario, vaya.

Las convenciones de la saga no acaban ahí, claro. Porque en lo visual volvemos a tener un mundo hecho enteramente de material de papelería y reprografía, que en esta ocasión luce mejor que nunca. Y eso que lo que nos ponía delante Color Splash ya era francamente impresionante. Impacta por encima de las demás cosas los efectos de agua y las diferentes texturas del papel, pero en general creo que a nivel técnico estamos ante la cúspide de Paper Mario, dando en muchas ocasiones la sensación de que estamos jugando en un diorama recortable, más que en un entorno hecho con polígonos. Y la música, pues más de lo mismo. A la altura de los mejores de la saga, pegadiza, con ritmo y que acompaña a la perfección.

Pero nos queda, claro, el cogollo del asunto. El melme. Lo mollar. Y es que desde que anunciaron The Origami King y vimos los primeros vídeos, ya sabíamos que el combate no iba a volver al RPG por turnos con su experiencia y sus habilidades que disfrutamos y adoramos en nuestras Nintendo 64 y Gamecube. Pero también podíamos atisbar que habíamos dejado atrás esos recuerdos amargos de Sticker Star y Color Splash. Y al final hay que decir que si bien los encuentros en The Origami King son bastante más divertidos y originales que en sus antecesores, no estamos ante un nuevo RPG por turnos. No. Porque aunque nos olvidamos de las cartas coloreables y las pegatinas, seguimos teniendo que aguantarnos con los accesorios que se rompen y la ausencia de progresión de personaje.

En esta ocasión Mario aparece en el centro de un tablero circular en el que se posicionan los enemigos, y lo primero que debemos hacer es reorganizar este tablero para colocar a nuestros contrincantes en una posición que nos resulte ventajosa. Por supuesto, no tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo, ya que resolver este puzle nos va a dar una enorme ventaja sobre los goombas, shy-guys y demás bichejos que nos salgan a nuestro paso. Así, si resolvemos el puzzle en tiempo y forma se nos otorgará una bonificación de daño que unido al uso del armo o accesorio adecuado nos hará superar el resto del encuentro en un periquete. Y claro, si el puzle no es resuelto de forma satisfactoria, vamos a ser objeto de una buena tunda.


Suena muy bien y se juega bastante bien, siendo especialmente divertidas y desafiantes las peleas contra los jefes, que proponen desafíos basados en retorcer esta dinámica de puzzles de formas tremendamente ingeniosas, y que de hecho nos dejan deseando que hubiera más de estos encuentros únicos. Y es quizá este el mayor de los problemas de este título, que los encuentros “normales” son enormemente numerosos y en muchas ocasiones, más largos de lo que nos gustaría. Y dado que no proveen experiencia para el desarrollo de nuestro personaje, pueden acabar provocando que huyamos de ellos.

Fuera del combate, tendremos dos tareas primordiales. La primera, tapar los agujeros que encontremos a base de confetti para desbloquear rutas y descubrir monedas, cofres y bloques ocultos o incluso más confeti, y la segunda, encontrar a los toad ocultos. La primera no tiene más misterio. Buscas, encuentras, y te dan tu premio. La segunda funciona como coleccionable y además como apoyo durante los combates, ya que a cambio de monedas podrás pedir que los toad rescatados te presten su ayuda.

Por lo demás la exploración se siente bastante más orgánica que en sus antecesores, y aparte de deambular por los escenarios hablando con divertidísimos NPCs que nos meterán en situaciones de lo más extravagantes mientras resolvemos distintos puzles bastante sencillos, y muchos de ellos usando el control por movimiento, que en ningún momento han supuesto un bloqueo, por lo que el avance del juego es suave y constante.


Como suave y constante es la tendencia a mejorar de los Paper Mario desde la amarga caída que tuvimos, como ya dije antes, con Sticker Star. The Origami King quizás no sea el sucesor de La Puerta Milenaria que queremos y merecemos, pero sí que es una propuesta muy divertida y una aventura descacharrante para todo aquel que se acerque con la mente abierta. El mejor Paper Mario en años, el que nos reconcilia con una saga que creíamos, nunca más nos daría ese cosquilleo en la nuca y esa media sonrisa socarrona, es sin lugar a dudas este The Origami King.

 

 

 

 

 

 

 

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Paper Mario: The Origami King

8.6

Historia

8.0/10

Jugabilidad

8.0/10

Diseño Artístico

9.5/10

Diseño de Sonido

9.0/10

A Favor

  • Apartado gráfico precioso.
  • Melodías pegadizas.
  • Diálogos y personajes memorables.
  • Los combates contra los jefes.

En Contra

  • Los encuentros regulares son muy numerosos y pueden acabar cansando.
  • La mecánica del confeti aporta poco a la exploración