Análisis de Dredge

Una original experiencia que mezcla pesca, introspección, misterio y bichos lovecraftianos.

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Tu barco atraca en el desvencijado muelle. No sabes cómo has llegado hasta allí. Apenas recuerdas quién eres. Solo sabes que debes llevar tu pequeño pesquero a buen puerto, y donde te encuentras no parece ni bueno ni casi puerto. Pero no tienes nada más. Estás exhausto y tu barco necesita unas reparaciones urgentes. Así que amarras y desembarcas entre el crujir de la vetusta madera sometida a décadas de sal, sol y agua marina. Te recibe el alcalde: un hombre gordinflón y pagado de sí mismo, que te da una calurosa bienvenida. “¡Vaya, vaya, si es el nuevo pescador! ¡Te estábamos esperando! Pasa, pasa, acomódate y descansa. Te voy a explicar las condiciones en las que trabajamos por estas islas. Verás, te va a encantar, seguro que te quedas con nosotros mucho tiempo…”.

Éste es el comienzo y la premisa de Dredge, una muy original y sorprendente aventura narrativa que nos llega de la mano del estudio neozelandés Black Salt Games. Llegamos en nuestro barco al misterioso puerto de una isla llamada Vértebra Mayor, en el archipiélago de Las Vértebras, donde se nos identifica como el nuevo pescador de la zona. Para pagar las reparaciones de nuestro sufrido barco, tendremos que empezar a hacer lo que aparentemente mejor sabemos: pescar. Y a este noble quehacer nos lanza el juego de cabeza ya desde el mismo arranque, para que nos vayamos haciendo a la idea de que será la mecánica estrella del título. En Dredge tenemos que pescar, mucho y bien, en multitud de diversos caladeros que requerirán de distintas técnicas y equipamiento, y donde podremos encontrar un sinfín de especies que iremos coleccionando en nuestros registros, y que además nos permitirán comerciar para conseguir dinero con el que comprar mejoras para el barco y otros elementos que veremos más adelante.

La pesca se lleva a cabo en forma de minijuegos que siempre consisten en apretar un botón en el momento adecuado. Sin embargo, por simple que suene esto, los múltiples formatos en los que se implementa esta sencillísima idea hace que en ningún momento resulte repetitivo ni cansino. La pesca en Dredge es satisfactoria, e incluso diría que hasta cierto punto es casi una experiencia realista, llevada en volandas por unos cuidados y muy bien medidos efectos sonoros que casi te hacen oler el mar y el pescado recién salido de él. En el proceso de pescar tendremos que ir haciendo una gestión inteligente del espacio que tenemos en la bodega para nuestras capturas, que además será compartido con el equipamiento que llevemos (motores, redes, cañas de distinto tipo…). Si os gustan los puzles de gestión de inventario al estilo del maletín de Leon Kennedy en Resident Evil IV, lo vais a gozar haciendo Tetris con pescados, motores, y los demás cachivaches que vais a ir sacando del mar. El objetivo fundamental de nuestra actividad pesquera es vender nuestras capturas en los distintos puertos, lo cuál nos dará pingües beneficios que podremos invertir en reparar el barco y adquirir mejores redes, trampas y cañas, que a su vez harán nuestro proceso de pesca más eficiente.

Sobre estos elementos jugables básicos, el título de Black Salt Games construye un mundo acuoso enigmático e intrigante, donde desarrollar la tercera gran mecánica del juego después de la pesca y el comercio: la exploración. En Dredge tenemos un mapa formado por un archipiélago central, las ya conocidas Vértebras, rodeado de otras islas, islotes y archipiélagos. La historia principal nos irá guiando para que visitemos cada gran zona del mundo del juego, dejando a discreción de la curiosidad del jugador el explorar el resto de pequeñas formaciones de tierra firme que emergen de las aguas insondables en otros lugares más apartados o aislados del mapa. La exploración en Dredge es más que satisfactoria, sobre todo a medida que avanzamos en la trama y vamos desbloqueando mejoras de equipamiento del barco y habilidades que nos permiten navegar más rápido.

Y aquí es donde Dredge rompe a ser una propuesta sobresaliente: sobre los elementos que hemos descrito anteriormente se desarrolla una intrigante historia fuertemente inspirada en los cuentos de H.P. Lovecraft, que se va desgranando poco a poco ante nosotros a medida que vamos atracando en cada puerto de este mundo insular y vamos conociendo a sus atribulados habitantes. A través de sus respectivas historias iremos descubriendo qué ocurre en estas oscuras aguas, por qué, quiénes fueron o son los actores principales de los terribles hechos, y qué papel podemos jugar nosotros en todo esto, si es que jugamos alguno, aparte de ser víctimas de una macabra jugarreta del destino que quiso que allí acabáramos. Estos PNJ que iremos conociendo, además de ir contándonos la historia, nos irán proporcionando distintas misiones, principales y secundarias. En este sentido, Dredge, a pesar de ser una experiencia corta y bastante contenida, ofrece una cantidad bastante respetable de contenido secundario, que además está bien construido e imbricado con la línea principal del juego, de forma que casi siempre apetece dar ese rodeo para hacer esa misión complementaria antes de seguir con la misión principal.

Y es que, además, el apartado gráfico y artístico de Dredge es excelente, lo cuál es un acicate adicional a la exploración. Cada bioma tiene una personalidad muy fuerte, y sus diferentes atmósferas te envuelven cual neblina nocturna que se desliza por la superficie del mar hasta rodear completamente tu pequeña embarcación. Los efectos sonoros son sencillos pero extraordinariamente efectivos. El ruido del agua rompiendo contra el casco del barco, los sonidos de las criaturas que chapotean cerca en la noche, los graznidos de las aves que rapiñan los restos de nuestra pesca, y el sonido de los hilos de las cañas de pescar crean unas sensaciones cercanas al ASMR. Y el cuidado apartado gráfico basado en shaders encaja con todo el conjunto como un guante. A nivel artístico y sonoro, Dredge consigue lo que quiere: de día, te sitúa en un mundo intrigante, de una belleza decadente y rebosante de fauna y flora. Y por la noche, los monstruos salen de paseo, y el terror sin forma se adueña de todo, empezando por tomar el control de tu mente.

En el apartado técnico, el juego cumple a la perfección. No se aprecian caídas de frames ni defectos de rendimiento de ningún tipo. Como único apartado negativo en este sentido cabría mencionar la poca o nula adaptación de unos menús concebidos para ser jugados con teclado y ratón al control con mando y al mundo de la consola en general. Un servidor ha jugado al título en Steam Deck, y ciertas acciones que deberían ser fluidas como abrir el mapa, se convierten en una odisea de botones que termina saturando a medida que pasan las horas de juego. Aparte de eso, el control del barco es fluido, preciso y agradable, la pesca, como hemos dicho, es satisfactoria e inmersiva (nunca mejor dicho), y el proceso de diálogo con los PNJs es funcional y cómodo. Los controles, por tanto, son otro de los aspectos donde se aprecia el mimo que el estudio austral ha puesto en este su título de debut. Y vaya debut.

Dredge no dura muchas horas. Pero es que tampoco lo necesita. La experiencia está medida para que no resulte repetitiva ni monótona en ningún momento. El tamaño del mapa es el justo para que los viajes a través del océano resulten amenos, y las islas están a una distancia unas de otras que favorece acercarse a aquella roca que surge del mar en la distancia para ver qué misterios, sorpresas, y puede que alguna otra cosa peor, puede esconder. La progresión del personaje (léase, el barco) tiene un ritmo adecuado y gratificante, de forma que siempre estás disfrutando del gustito de navegar más rápido con el motor que te acabas de comprar, o de pescar mejor con la red que acabas de instalar, cuando al poco te das cuenta de que ya puedes acceder a la siguiente mejora. Y así, suma y sigue, Dredge te sumerge en su océano de forma inmisericorde y te arrastra a sus profundidades, donde sus secretos primigenios te harán disfrutar de una experiencia como pocas habrás tenido.