Análisis para PS4

Atención, este texto contiene spoilers del primer Legend of Heroes: Trails of Cold Steel

Imagino que con los “Trails” (carriles, caminos, senderos) de frío acero a los que se refiere el título son las vías del tren que nos llevó durante todo el primer juego de un lado a otro de Erebonia. Esos senderos que durante 60 horas nos presentaron un mundo super detallado, matizado y con unos personajes y un contexto político interesantísimo, y que en el último compás del juego nos deja con el culo rotísimo porque señores aquí hay ROBOCES.

El primer título de la saga nos dejaba en un auténtico coitus interruptus con nuestro héroe Rean volando lejos de sus amigos tras la batalla final, y esta secuela retoma los hechos justo donde lo dejamos, con el muchacho de pelo negro tirado como una alpargata en mitad de una montaña con un mecha averiado, sin equipo, y sin saber qué cojones ha pasado. Esto ya responde a la primera pregunta que cualquiera debería hacerse a la hora de adquirir este juego. ES MUY NECESARIO conocer los eventos acontecidos en la primera parte. De hecho el propio juego incluye una sección en su menú principal donde podremos leer un resumen del primer Trails of Cold Steel. No está mal para refrescar la memoria del que superó el primer título, pero no da ni el contexto ni las nociones necesarias para entender muchas de las relaciones establecidas. Así pues, mi recomendación es que juguéis al primer título, ya sea en su novísima versión de PS4, o en sus versiones originales de PSVita/PS3. Título que por cierto analizamos en esta santa casa. Leedlo aquí.

Y volviendo al título que nos ocupa, comencemos por resaltar que repite el acierto de su antecesor de arrancar in medias res y meternos en seguida en harina, porque a los pocos minutos estaremos metidos de lleno en el sistema de combate. Un sistema que hereda la consistencia, la complejidad y la versatilidad del primero y añade sobre una base probada para poner en juego uno de los mejores sistemas de combate por turnos que podemos recordar. Se da, una vez más, muchísima importancia a las debilidades elementales de los contendientes, el posicionamiento en el campo de batalla, las zonas de efecto de las magias y los vínculos entre los miembros de tu equipo. A todas estas dinámicas se le añaden nuevas posibilidades como el estado de Overdrive, que restablece todas nuestras estadísticas y hace que todas las habilidades se ejecuten de forma inmediata, y nuestros ataques tengan la facultad de desequilibrar a los enemigos.

A esto le añadimos además las nuevas batallas a los mandos de los ya mencionados mechas, los Divine Knights, que se manejan de forma similar a la última batalla de la primera parte, lo que, por un lado, está bastante bien, ya que estas batallas suelen estar en el clímax del episodio, y añaden su buena parte de épica, pero en muchas ocasiones se alargan más de la cuenta, sobre todo por lo que cuesta acumular los puntos de habilidad necesarios para ejecutar los ataques más devastadores de nuestro mecánico aliado. En mi caso, he llegado a estar combatiendo con algún boss durante más de 15 minutos, y buena parte de ese tiempo consistía en repetir los mismos ataques básicos mientras se llenan las barras correspondientes. Esto lastra a un juego que en su anterior juego que era ejemplar en este aspecto. Afortunadamente, mejorando nuestra montura veremos que esta monotonía se mitiga, redundando de forma muy positiva en el ritmo de los acontecimientos, y os aseguro de que una vez metidos en el meollo de la historia y con ésta ya a velocidad de crucero, cuesta soltar el mando. Y cuesta porque de nuevo, donde Nihon Falcom da el do de pecho es en la construcción y evolución de sus personajes y cómo se relacionan en mitad de un conflicto armado que no hace más que aumentar y reliarse y volverse cada vez más complicado y difícil de solucionar. Tanto los viejos conocidos, que siguen evolucionando y mostrando sus aristas en cada una de las conversaciones, como las nuevas incorporaciones que se complementan y se integran maravillosamente en este enrevesado contexto.

Así pues, las patas más importantes de cualquier JRPG, su historia y personajes y su sistema de combate, están aquí firmes y robustas, y sostienen esta segunda parte bien alto y por encima de lo que muchas veces ofrecen otros títulos del género de mayor presupuesto y prestigio. El lado malo está, al igual que en su primera parte, en el apartado técnico. Porque no lo olvidemos, el díptico Trails of Cold Steel son juegos que originalmente aparecieron en PSVita y PS3, y ya en estas consolas eran juegos técnicamente muy justitos. Y esta revisión a 4K y 60 fps no añade nada más. De hecho el aumento de resolución deja al descubierto (muy al descubierto) modelados básicos y texturas pixeladas. Además, las 60 imágenes por segundo no siempre son estables, cosa incomprensible dada la exigencia técnica del título. Afortunadamente, el apartado musical sigue estando a muy buen nivel, y las voces japonesas están actuadas tal y como podríamos esperar de cualquier serie shonen. Esto es, adolescentes flipados gritando mucho y “adolescentas” de grandes pechos que maúllan y dan grititos fácilmente malinterpretables. Justo lo que cualquier aficionado al anime quiere oír.

En definitiva, y por no alargar más lo que, podéis ver, es un análisis de un título que me ha gustado bastante, Legend of Heroes: Trails of Cold Steel II es una segunda parte que diverge poco de su antecesora, pero lo suficiente para sentirse sólida y con entidad propia. Pone además un cierre a lo que se plantea en la primera parte, y deja todo muy bien preparadito para el tercero que tendremos con nosotros más pronto que tarde y que, no nos engañemos, ardo en deseos de analizar. Si os gusta un JRPG hecho con mucho talento y pocos medios, con un mundo que da ganas de explorar y unos personajes a los que seguir, este díptico debe ser vuestra próxima parada.