Cien contra uno

Cien contra uno

25 mayo, 2020 0 Por Impozible Julín
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Viewtiful Joe. Okami. Bayonetta. The Wonderful 101. Cuatro juegos que forman parte de mis obsesiones. Cuatro juegos que comparten una visión muy similar de cómo debe ser un juego de acción, porque no en vano los cuatro han salido de la misma mente creativa. Os hablo claro, de la brillante, de forma literal y figurada, cabeza de Hideki Kamiya. Y creedme que ganas de zambullirme en cada uno de los títulos de este genio japonés me sobran, pero dada la reciente salida de The Wonderful 101 Remastered y que un servidor puso sus dineritos para tenerlo desde el primer momento, creo que es buena idea repasar lo bueno, lo (poco) malo y lo polémico de, voy a decirlo ya, mi juego preferido de Platinum, y para el gusto del que aquí escribe, uno de los mejores de la historia.

¡Wonderize Red!

Wonder Red, el puño carmesí

Decía Cecil B. Demille que una película debe empezar con un terremoto y de ahí debe ir hacia arriba. Y Kamiya se toma esto muy en serio porque desde su mismo arranque The Wonderful 101 inicia una escalada de epicidad loquísima que con el transcurso de las misiones no hace más que crecer hasta niveles tan paródicos que muchas veces dudo hasta qué punto los guionistas se tomaban en serio o en broma cada línea que escribían. Es intencionado, claro, el tono grandilocuente que impregna todo el juego, incluyendo el TEMAZO “The Won-stoppable Wonderful 101”. Esa actitud, este rollito épico además contribuye a que el primer contacto con los Wonderful 100 sea como cuando una ola de 12 metros te rompe en la cara y te manda a la orilla con la boca llena de agua salada, el costado raspado por las cochas y el bañador por las rodillas. No sabes qué ha pasado, ni cómo, pero estás fuera, y no tienes muy claro si has disfrutado del viaje o no quieres volver a ese terrible y confuso lugar nunca más.

Y no podemos culpar al jugador, pobre, de esto porque el juego requiere, mucho más que cualquier otro juego de Platinum, un esfuerzo, y no pequeño, por entender, por aprender a leer lo que ocurre en pantalla. Enemigos teletransportándose al escenario con un código de colores que significa algo pero nunca se explica. Múltiples ataques que esquivar o bloquear con tácticas diferentes. Hectofusiones de las que debemos entender utilidades, fortalezas y debilidades. Hasta cien personajes a nuestro servicio, que reciben impactos de manera independiente y de los que no siempre tendremos clara su posición.

The Wonderful 101 y Kamiya esperan, exigen, que aprendamos a gestionar EL CAOS.

 

 

¡Wonderize Blue!

Wonder Blue, la hoja supersónica.

Llega un momento, en mi caso tras varios días intentando disfrutar del juego, en el que tomas la decisión. Tu orgullo quizás se resienta. Es probable que no quieras contárselo a nadie pero lo haces. Nueva partida. Seleccionar dificultad. Salgamos del armario, no hay que avergonzarse. Todos lo hemos hecho alguna vez. Fácil.

Y entonces las partidas empiezan a durar lo suficiente para que entiendas que esos enemigos que dan patadas tardan unos segundos en lanzarla y tu hectoflan dura un poquito más. Lo suficiente para que bloquees su ataque y caiga inconsciente. Y te da tiempo a esquivar la embestida con un hectomuelle justo después. Y un par de segmentos después empiezas a comprender el código de colores. Y justo entonces se te une Wonder Green, con un arma de ataque a distancia multiplicando las posibilidades de combate. Y usas la espada para espada no sólo para cortar enemigos por la mitad.

La forma que tiene el juego de lanzarte enemigos y agrupaciones de los mismos empieza a verse de otra manera. Se siente distinto. Todo comienza a cobrar sentido. El caos empieza a ordenarse.

 

¡Wonderize Green!

Wonder Green, le tireur supérieur.

Casi setecientas páginas para decir que básicamente este título es poco más que un gusto adquirido, como la cerveza, que al principio no gusta, pero que con esfuerzo y ganas de encajar, acabas amando con todas tus fuerzas. Es un juego que realmente me cuesta definir, aun siento uno de los más importantes en mi vida, en mi forma de entender y disfrutar los videojuegos. Probablemente no lo hubiera abrazado de la misma manera, eso estoy seguro, si mi primer contacto con él hubiera sido ahora, con mucho menos tiempo que invertir en aprender el lenguaje estético, dominar las mecánicas y abrazar las dinámicas que emergen de esta especie de aglutinación de muchos géneros y ninguno. De hecho, se solía decir cuando el juego salió en la extinta WiiU que este juego era una mezcla entre Pikmin y Bayonetta y tenían razón pero desde luego es nada de eso y mucho más.

Pero no me atrevo a definirlo, sinceramente.

Me resulta extraño hablar de un juego que he disfrutado tantas veces en Wii U, al que le tengo tanto cariño, y no saber del todo explicar de que va. Cómo funciona. Pero creo que eso buena parte de lo que lo hace tan especial. Porque The Wonderful 101 es un juego de Wii U en el más estricto de los sentidos. Fue diseñado con un hardware concreto en mente y esto arroja ciertos problemas en este port, sobre todo por tener que trasladar la pantalla secundaria a la principal. Pero el hecho de que Wii U fuera una consola casi de nicho también ha contribuido a agrandar una leyenda. Una que probablemente los fans más letales del juego y de Platinum hemos agrandado.

The Wonderful 101 es un juego de culto que ahora vuelve a prácticamente todas las plataformas, y los que hemos estado predicando la palabra de Kamiya ahora nos congratulamos porque podremos mesarnos la barba y decirles a todos los que empiecen a jugar que aguanten. Que hagan ese esfuerzo que nosotros hicimos. Que no se avergüencen y que le bajen la dificultad.

Porque sólo así es posible que como nosotros hicimos allá por 2013, los jugadores que este 22 de Mayo se descarguen y empiecen a jugar a este juego encuentren lo que nosotro encontramos. El Platino Puro.

 

 

 

 

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