
Call of the Sea. Análisis en Nintendo Switch
24 septiembre, 2025Cuando hablamos de aventuras narrativas en primera persona, inevitablemente nos vienen a la mente propuestas como Myst, The Witness o incluso Firewatch. Todas ellas apostaron por sumergir al jugador en mundos enigmáticos en los que la exploración y la narrativa eran el motor principal de la experiencia, alejándose de la acción para centrarse en el misterio y la contemplación. En este contexto, Call of the Sea, desarrollado por el estudio madrileño Out of the Blue Games, se lanzó originalmente en 2020 y logró captar la atención gracias a su combinación de puzles, ambientación exótica y una historia profundamente personal.
En aquel momento, nuestro compañero Alejandro Soto ya lo analizó en su versión para Xbox, en un artículo que podéis releer aquí: Análisis original de Call of the Sea (2020). Ahora, cinco años más tarde, el título vuelve a la actualidad con su estreno en Nintendo Switch el pasado 9 de septiembre.
La pregunta que nos hacemos es clara: ¿cómo ha envejecido la obra y qué tal se comporta en la híbrida de Nintendo? Lo adelantamos ya: la experiencia se mantiene tan cautivadora como en su estreno, con el añadido de que la portabilidad le sienta de maravilla.
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La historia de Call of the Sea nos transporta a 1934, en un remoto rincón del Pacífico Sur. Allí seguimos los pasos de Norah, una mujer afectada por una misteriosa enfermedad que decide embarcarse en un viaje lleno de incertidumbre: encontrar a su marido desaparecido tras liderar una expedición hacia una isla desconocida.
La premisa, sencilla en apariencia, se convierte en una experiencia íntima y emocional. Lo que comienza como la búsqueda desesperada de un ser querido pronto se transforma en una odisea de autodescubrimiento, en la que Norah no solo deberá resolver los enigmas de una civilización perdida, sino también enfrentarse a los secretos de su propia condición.
La narrativa combina elementos clásicos de la literatura de aventuras —con ecos de Lovecraft, pero desde una perspectiva menos oscura y más esperanzadora— con un relato profundamente humano. Cada mural, cada ruina y cada fragmento de diario hallado en la isla añade nuevas capas a la historia, hasta desembocar en un desenlace que consigue emocionar sin recurrir a artificios.
En Switch, esta trama mantiene toda su fuerza gracias al uso de un doblaje en inglés sobresaliente y unos subtítulos en castellano muy bien localizados, que permiten disfrutar de cada matiz de la interpretación de Norah, una protagonista que carga con todo el peso del relato.
Call of the Sea se define como una aventura narrativa con puzzles ambientales, y en este terreno destaca por el equilibrio que logra entre exploración y resolución de acertijos. La isla actúa como un gran escenario dividido en zonas interconectadas, cada una con un reto principal que debe resolverse para progresar en la historia.
Los puzles están diseñados con inteligencia: nunca se sienten arbitrarios ni excesivamente crípticos, sino que surgen de la propia lógica del entorno. Decodificar símbolos ancestrales, manipular mecanismos de piedra, interpretar sonidos y patrones visuales… todo se apoya en la observación y la deducción, fomentando la atención al detalle.
La exploración se realiza en primera persona, con un ritmo pausado que invita a detenerse a contemplar el entorno. Aquí no hay combates ni enemigos; el desafío radica en la curiosidad del jugador y en su capacidad para reconstruir la historia a través de pistas.
En la versión de Switch, la jugabilidad gana un punto adicional gracias a la portabilidad: recorrer la isla en sesiones cortas es tan satisfactorio como sumergirse durante horas en casa. Además, los controles han sido adaptados de forma precisa, con una sensibilidad correcta en los sticks y un sistema de menús que se maneja sin complicaciones.
En lo visual, Call of the Sea luce un estilo artístico colorido y estilizado, alejado del realismo fotográfico. Este enfoque ha permitido que el salto a Switch se produzca sin concesiones graves. Las palmeras, los templos ocultos y las aguas cristalinas mantienen su atractivo, y aunque se aprecia cierta reducción en la nitidez de texturas y en la distancia de dibujado respecto a las versiones de sobremesa, el conjunto sigue siendo cautivador en portátil.
El apartado sonoro merece una mención especial. La banda sonora, compuesta por Eduardo de la Iglesia, acompaña de manera sutil y evocadora, intensificando los momentos de descubrimiento y melancolía. A ello se suma un doblaje en inglés impecable, con una interpretación de Norah que transmite vulnerabilidad y fuerza a partes iguales. Los efectos ambientales —el rumor de las olas, los cantos de aves tropicales— refuerzan la inmersión.
Pero quizá lo más sorprendente es el rendimiento. En una consola donde muchos ports suelen llegar con limitaciones notorias, Call of the Sea brilla con una estabilidad ejemplar. La tasa de imágenes por segundo es fluida, las cargas son rápidas y no se perciben caídas graves ni errores técnicos que empañen la experiencia. Out of the Blue Games y el equipo encargado de la adaptación han logrado un port modélico, que saca provecho de la consola sin sacrificar la esencia artística ni jugable.
En definitiva, Call of the Sea en Nintendo Switch confirma que estamos ante una aventura narrativa atemporal, capaz de emocionar hoy igual que lo hizo en 2020. Su propuesta de puzles inteligentes, ambientación evocadora y una historia íntima y personal brilla con fuerza en la híbrida de Nintendo, donde además se beneficia de un rendimiento impecable y de la comodidad de la portabilidad. Puede que no sea un juego para quienes buscan acción constante, pero sí lo es para quienes disfrutan de dejarse envolver por un relato cuidado, con un trasfondo humano y un envoltorio audiovisual precioso. Out of the Blue Games demuestra que su ópera prima no solo resistió bien el paso del tiempo, sino que en Switch encuentra un nuevo hogar ideal para redescubrirse.
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