Esta película de animación nos lleva de viaje al Egipto contemporáneo, donde descubrimos al Lord Silvester Carnaby, un ambicioso arqueólogo con muy pocos escrúpulos, que ayudado (a duras penas) por dos gemelos rechonchos que tienen una marcada tendencia a hacerlo todo mal, encuentra por casualidad en el interior de un sarcófago vacío una grieta que conecta el mundo de los vivos con una ciudad escondida donde las momias llevan tres mil años viviendo igual que lo hacían en la época de las Pirámides.
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En esta ciudad conocemos a un joven apuesto, Thut, excorredor de cuádrigas, que vive de sus triunfos como una celebrity, firmando papiros con la misma soltura que Reverte en la feria del libro. Sin proponérselo, se convierte en el héroe de una aventura trepidante, acompañado de su travieso hermano pequeño Shekem, y su mascota Croc, un simpático y juguetón bebé cocodrilo, que darán el contrapunto cómico a sus peripecias.
En el palacio de encuentra la princesa Nefer, la bellísima hija del faraón, cuyo destino se verá ligado al de Thut por designio de los dioses, y con la intervención involuntaria de Shekem.
El matrimonio no entra en los planes de ninguno de los dos, que se rebelan contra una tradición que consideran desfasada, pero antes de llegar a plantearse eludir su destino, el anillo entregado a Thut por el Faraón como señal del compromiso cae en manos del malvado Lord Carnaby. En su afán por recuperarlo, nuestros protagonistas terminan encerrados en la bodega de un barco que los lleva a lo que ellos piensan que es Roma, aunque en realidad se trata de Londres, donde se verán obligados que sortear un sinfín de situaciones peligrosas, siempre causadas por el siniestro arqueólogo.
Su confrontación con un mundo tan diferente al suyo da lugar a innumerables equívocos y situaciones divertidas, con múltiples guiños relativos al absurdo de la fama súbita, y a pesar de no saber desenvolverse adecuadamente superan todos los obstáculos, consiguen cumplir su misión, y regresan al mundo secreto de las momias sanos y salvos.
Pero sus vicisitudes no terminan aquí, porque Lord Carnaby no acepta la derrota y los persigue de nuevo hasta la ciudad oculta, donde pretende secuestrar al Faraón para llevarlo a su museo, aunque por mucho que se empeñe no conseguirá salirse con la suya.
Todas estas aventuras despiertan en la pareja una atracción mútua irresistible que terminará por dar la razón a los dioses, y la historia termina con una explosión musical que te hace abandonar el cine con una sonrisa boba, por muy previsible que sea el desenlace.
En definitiva, se trata de una historia sin más pretensión que hacernos pasar un buen rato, simpática, ágil, divertida, y con una realización impecable, tanto a nivel técnico como en el planteamiento y desarrollo de los personajes. Apta para todos los públicos, a menos que te niegues a dejar salir al niño que todos llevamos dentro.
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