The Gardens Between. El jardín de la memoria
26 septiembre, 2018Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. […] Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos solo con la mirada extrañada de la gente que no entiende en absoluto lo que hemos contado, ni por qué nos puede parecer tan importante como para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo.
Las cuatro estaciones. Otoño, Stephen King
No obstante, es bonito pensarlo por un rato, en el límpido silencio de la mañana: pensar que la infancia tiene sus propios secretos dulces y que confirma la mortalidad y que la mortalidad define todo el valor y el amor. Pensar que lo que has mirado adelante también tienes que mirarlo atrás y que cada vida hace su propia limitación de la inmortalidad: una rueda.
It, Stephen King
Arina y Frendt son dos amigos, dos compañeros, jóvenes que han empezado a descubrir los secretos de la amistad y de la vida: la jovialidad de una partida a la consola; el tedio de los momentos muertos, en los que las horas parecen no pasar y, sin embargo, todo ocurre en ese aburrido instante; la emoción de vislumbrar una estrella fugaz que recorre el cielo nocturno iluminando quién sabe qué deseos y anhelos; las primeras conversaciones sobre los grupos musicales que te gustan… La infancia es un tiempo lejano en nuestras mentes, una isla (en realidad varias) de recuerdos inconexos, algunos que nacen de ciertos objetos, otros de olores y algunos de un fugaz tacto. Y cuando se juntan varios de estos recuerdos, uno es capaz de reencontrarse con aquello que se ha perdido en el tiempo: volver la vista atrás sin dejar de caminar hacia delante. Sin vacilar.
The Voxel Agents ha creado una pequeña gran obra con un diseño artístico muy personal y con un diseño de puzzles que se integran armoniosamente en la narrativa que propone The Gardens Between: sin entrar a destripar el argumento, que sin dejar de ser sencillo no es menos emotivo, la surreal aventura de Arina y Frendt les va a llevar a una serie de islas donde deberán resolver los puzzles que se les ofrecen jugando con un único elemento: el tiempo. Podremos seguir el flujo del tiempo o bien volver atrás en él para conseguir llevar el candil de luz que porta Arina hasta lo más alto de la isla. Frendt podrá tocar ciertos objetos con los que interactuar en el escenario, pero la esencia estará en jugar con el tiempo y el movimiento que fluye en él: no saltaremos ni dirigiremos el movimiento de nuestros protagonistas. Algo que podría parecer restrictivo y tedioso se convierte en un ejercicio de minuciosidad y observación para entender cómo se mueve nuestro entorno y cómo podemos resolver los contratiempos que se nos aparecen. Un diseño original y que invita a combinar la pausa y el movimiento de una manera que casi podríamos hablar de poética.Porque The Gardens Between invita al resposo, a jugar con calma, a quedar hipnotizado por un apartado visual surrealista y una banda sonora compuesta por Tim Shiel que sabe amoldarse a lo que estamos viendo, creando un flujo del que es difícil escapar.
Cada isla-jardín nos cuenta una historia a través de los objetos que la componen y de su interacción, un resquicio de las vivencias de ambos protagonistas: podremos interactuar con una manguera, un videocassete, un videojuego que nos recordará a un fontanero célebre, un telescopio con el que observar el firmamento… Su diseño es excepcional porque cada puzzle es capaz de explicarnos algo, no están a modo de añadido sino que son la esencia de la historia y un reto asequible en el que hemos de estar atentos a todos y cada uno de los elementos que aparecen en pantalla. Algunos se podrían quejar de su escasa duración (apenas 3-4 horas) pero no precisa más para explicarnos esta agridulce historia de amistad y cada uno de sus niveles están pensados al milímetro.
Jugando a este maravilloso juego no he podido dejar de pensar en algunas de las mejores narraciones del maestro Stephen King, aquellas que, como It y el cuento Otoño, perteneciente a Las cuatro estaciones, nos hablan de la niñez desde un prisma adulto, con todas las luces y sombras que lo atenazan y con el toque de magia que lo convierte en algo maravillos. La conciencia del paso del tiempo, la melancolía por aquella infancia que fue bella, triste, dolorosa, ilusionante… saber que la ilusiones que parecían estar ante nosotros ahora ya están a nuestras espaldas. Que el pasado, los recuerdos son, en definitiva, un territorio movedizo, unas islas en medio de un mar borroso construido con el material de los sueños.
The Gardens Between hace referencia a los dos jardines que comparten Arina y Frendt: dos jardines que en realidad son uno. Así como el tiempo que compartieron y las eperiencias que vivieron. Porque esta obra es un canto a la amistad que trata de explicar cosas muy importantes con una narrativa sencilla y, a veces, cuando las cosas son sencillas tendemos a pensar que no son dignas de atención. Pero a veces son esas las que más atención merecen, sólo falta, como decía Stephen King, un “oyente comprensivo”, alguien que sepa interpretar las palabras del narrador y ver más allá.
El tiempo fluye inexorable, pero esta obra nos permite jugar con él, moldearlo a nuestro gusto, pero siempre nos lleva al punto y final de la narración. Aunque la realidad es que no hay punto y final: la memoria y la amistad, el recuerdo y las experiencias compartidas se mueven en círculo, como las islas de esta obra. Una rueda que no tiene principio ni final, en la que mirar atrás también implica mira adelante. Una rueda.
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