Trüberbrook
3 junio, 2019Análisis para Nintendo Switch
I want to believe
Posiblemente debido a su vinculación directa con la tecnología, los videojuegos son, sin duda, el arte que más rápidamente ha evolucionado a lo largo de su corta historia. Y no me estoy refiriendo únicamente al apartado audiovisual, el gran beneficiado de la continua carrera tecnológica en la que vivimos, sino a otros aspectos fundamentales como pueden ser géneros, mecánicas o narrativas.
No es objetivo de esta reseña realizar un repaso a esta breve pero intensa historia, pero sí llevar la atención del lector hacia un momento puntual de la misma: el comienzo de la década de los 90. En aquella época un género brillaba con luz propia destacando sobre los demás y cada nuevo lanzamiento ocupaba las portadas de las revistas y los estantes de las tiendas especializadas. Seguramente los lectores más veteranos ya habrán deducido que estamos hablando de la edad de oro de las aventuras gráficas, que entre 1990 y 1993 alcanzaron su madurez como género y nos dieron una serie de títulos que todavía hoy se encuentran entre los más queridos y respetados tanto por el público como por la crítica. En apenas 4 años se publicaron títulos como The Secret of Monkey Island (1990), King’s Quest V (1990), Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge (1991), Indiana Jones and the Fate of Atlantis (1992), King’s Quest VI (1992), Day of the Tentacle (1993), Sam & Max: Hit The Road (1993) o Gabriel Knight: Sins of the Fathers (1993), títulos con los que crecimos toda una generación de jugadores y que todavía tenemos grabados a fuego después de tantos años.
En paralelo, la televisión también estaba viviendo su propia revolución. Una revolución que dio lugar a productos que rompieron con lo establecido como Twin Peaks (1990) y se convirtieron en auténticos fenómenos de masas como The X-Files (1993). En un momento en el que todavía no existía el streaming, series como las nombradas alcanzaron un éxito sin precedentes en todo el mundo e influyeron a toda una generación. Vamos a realizar ahora un ejercicio de imaginación. Estamos en Alemania, en aquellos primeros años 90. Visualicemos a un grupo de chavales, creciendo entre las andanzas del agente Cooper y las desventuras del sin par Guybrush Threepwood. Pulsamos ahora el fast forward y avanzamos hasta nuestros días, para volver a encontrarnos con aquel grupo de chavales, ahora ya crecidos y convertidos en artistas y diseñadores de videojuegos, que acaban de publicar su primer título. ¿Cómo sería ese juego? Por supuesto, esta pregunta admite muchas respuestas, pero estoy seguro de que todas ellas podrían concentrarse en una única palabra: Trüberbrook.
Trüberbrook, que nos llega de la mano del estudio independiente (aunque con cierta trayectoria en la televisión alemana) btf, está concebido como un híbrido entre homenaje y carta de amor a aquellos clásicos anteriormente mencionados y construido sobre la base del folklore y el costumbrismo alemanes. Una curiosa combinación que, apoyada en una propuesta artística detallada y preciosista, otorga a este título una identidad y una personalidad únicas. El juego, financiado a través de una exitosa campaña en Kickstarter, nos pone en la piel de Hans Tannhauser, un físico norteamericano de ascendencia alemana que a finales de los años 60 viaja hasta el pequeño pueblo de Trüberbrook como premio de un sorteo en el que no recuerda haber participado y que, como no podía ser de otra manera, pronto se ve involucrado en una aventura de dimensiones cósmicas. Durante su periplo se encontrará con escenarios y personajes que parecen directamente sacados de alguna película heimat, retratando esa alemania rural y bucólica, con bellos espacios abiertos a los Alpes y pueblos que hoy definiríamos como “con encanto”.
Para conseguir esta ambientación, se hace uso de un aspecto visual único, que hasta ahora no habíamos visto en un género como el de las aventuras gráficas. Todos los escenarios del juego han sido generados a partir de cuidadas maquetas a escala construidas de forma artesanal y fotografiadas tridimensionalmente con iluminación natural creando así uno de los envoltorios más bellos y detallistas con los que nos podido encontrar últimamente. Un amor por el detalle que percibiremos ya desde los títulos de crédito iniciales mientras acompañamos a una vieja Kombi en su ascenso hasta llegar a la parada de autobús situada en la entrada el pueblo. Los personajes, creados con el mismo nivel de detalle, no desentonan en absoluto en esta ambientación, aunque tal vez resulten un tanto arquetípicos. Así, por ejemplo, no faltarán clásicos como la rolliza posadera o el anciano general retirado en silla de ruedas. Gracias a los abundantes diálogos podremos conocer la historia de cada personaje, así como profundizar en el misterio que rodea al idílico pueblo de Trüberbrook. Diálogos empapados con esa dosis de humor tan reconocible de las aventuras clásicas de LucasArts que sin duda nos arrancarán más de una sonrisa.
La banda sonora, compuesta principalmente por temas de jazz suave y ambiental con un toque naturalista, resulta el complemento perfecto para terminar de recrear de una forma verosímil este ambiente relajado y bucólico del que hace gala el juego. En aquellos momentos en que la narración lo requiere, la música sabe adaptarse para acompañar a los acontecimientos que estamos viviendo en la pantalla, permitiéndose incluso el lujo de presentar durante el juego un concierto con canciones originales inspiradas en el folklore alemán. Mención aparte merece el tema del doblaje. Aunque el juego posee una muy buena traducción al español, las voces están únicamente disponibles en inglés y alemán. Si hacemos caso a nuestro primer impulso, el de mantener las voces en inglés tal y como vienen por defecto, estaríamos cometiendo un tremendo error. Salvo en el caso del protagonista, el resto de voces se perciben como planas y sin personalidad, pretendiendo de una forma muy poco convincente inyectar un acento alemán que termina cayendo en la caricatura. Sin embargo, el doblaje alemán resulta mucho más natural y dota a los habitantes de Trüberbrook de personalidad propia. Es curioso como, incluso sin llegar a entender lo que están diciendo, todo suena muchísimo más creíble.
En lo jugable, Trüberbrook es bastante conservador en cuanto a mecánicas, basadas principalmente en puzzles de inventario. Nuestra principal ocupación a lo largo del juego será la de recoger todos los objetos a nuestra disposición y utilizarlos, de forma más o menos coherente, para superar los obstáculos que encontraremos en nuestro camino y de esta forma ir avanzando en la trama. En este sentido, nos encontramos ante un juego tal vez demasiado sencillo debido a su estructura lineal y, sobre todo, al uso automático de los objetos del inventario a la hora de resolver los puzzles, de forma que podremos terminarlo en unas 5 horas. El sistema de control es excelente y se adapta perfectamente a las características de nuestra Nintendo Switch. Así, utlizaremos el stick analógico izquierdo para controlar el movimiento de nuestro protagonista, el derecho para fijar su atención en los diferentes “puntos calientes” y los 4 botones de la cruceta para interactuar con dichos puntos. El sistema de control se siente tan orgánico que no echaremos de menos la falta de control táctil en modo portátil. El único punto oscuro en el control reside en la gestión del inventario, sin duda el aspecto más controvertido del juego.
Como cualquier aventura gráfica que se precie, Trüberbrook dispone de un inventario que se llenará de objetos de distinto pelaje a lo largo de nuestra aventura. Sin embargo, este inventario se limita a una colección de objetos con la que no podremos interactuar directamente, ni siquiera para obtener información sobre los mismos. En su lugar, estos objetos se utilizarán automáticamente al interactuar con los puntos del escenario que requieran su uso. De esta forma se elimina de raíz uno de los problemas más habituales del género: ante un atasco, combinar todo con todo hasta dar con la solución. A cambio, se introduce uno nuevo: en ocasiones nos encontraremos con que hemos resuelto un puzzle “sin querer”, simplemente por llevar en nuestro inventario todos los objetos necesarios para hacerlo. Una cosa es que el puzzle sea fácil, otra muy distinta es resolverlo sin ni siquiera haberlo intentado. Tal vez lo óptimo hubiese sido dejar la decisión sobre cómo gestionar el inventario al jugador, como opción configurable a modo de selector de dificultad.
En resumen, Trüberbrook nos ofrece una preciosista aventura que, pese a su escasa dificultad y cierta torpeza narrativa a la hora de intercalar los distintos capítulos que conforman la historia, nos entrará por los ojos gracias a su apabullante acabado visual y nos llegará directamente al corazón, donde conectará con aquel chaval dentro de nosotros que, años atrás, quería ser Fox Mulder.
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Truberbrook
A Favor
- Su delicioso apartado artístico, en especial los escenarios realizados a mano.
- Personajes carismáticos y con buenos diálogos.
- Sistema de control especialmente adaptado a la Nintendo Switch.
- Beverly. Tendrás que jugarlo para saber de qué estoy hablando.
En Contra
- Escasa dificultad. Apenas supondrá un reto para el jugador veterano.
- La gestión automática del inventario puede no gustar a todo el mundo.
- Torpeza narrativa en algunos momentos del juego, especialmente entre capítulos.