Análisis The Eternal Castle
2 septiembre, 2020Red Dead Redemption 2 entre 500 millones y 900 millones de dólares
The Last of Us 2 sobre los 100 millones de dólares
Cyberpunk 2077 sobre los 100 millones de dólares
Destiny 2 140 millones de dólares
Final Fantasy Remake 190 millones de dólares
Star Citizen más de 250 millones de dólares.
Son cifras que marean. Millones y millones de dólares, o euros, invertidos por los desarrolladores para materializar sus sueños, crear experiencias inversivas, aventuras capaces de rivalizar con la propia realidad, retazos de sueños ajenos capaces de arrancarnos de nuestra monótona vida. Dinero y recursos destinados a investigar sistemas de iluminación, partículas, animaciones y un sin fin de recursos destinados a convertir en real lo inverosímil. Pero a finales de los 70 Space Invaders nos sumergía en plena invasión extraterrestre, recorrimos la selva en Pitfall o atravesábamos de laberintos llenos de fantasmas en Pacman…todo usando menos bits que dedos de tus manos. Solo bastaba con un desafió constante, unas pautas jugables conocidas y los esbozos del marco ambiental. Nuestro cerebro es encargaba de rellenar los huecos, de unir los puntos de un dibujo del que solo teníamos las lineas maestras. Nuestra imaginación tenia presupuesto ilimitado para terminar de dar forma a todo un mundo que con 8 bits era imposible de representar. The Eternal Castle (Remastered) llega, llegó, para demostrar que efectos lumínicos, fotogametrias, animaciones…todos estos avances son en esencia inútiles, nada de eso es necesario, solo son fuegos de artificio para endulzar algo que de por si ya debería ser dulce.
The Eternal Castle ha sido desarrollado bajo los cánones de los videojuegos primigenios. Y eso incluye su guion y puesta en escena. Un futuro distópico, digno de los grandes filmes de la época que rememora, donde la tierra ha sido devastada y poblada por los desechos de una humanidad que ha tenido que huir al espacio en busca de su salvación. Tomando el papel de Adan, o Eva, tendemos que volver a la tierra para recuperar una IA que ha sido localizada dentro del Castillo Eterno. No hay guiones enrevesados, ni grandes tramas, ni plot twist, solo una historia sencilla y directa. Contada a través de un genero, el de los plataformas cinematográficos, que esta tristemente olvidado pero que nos dio títulos como los Prince of Persia, Flashback o Another World. Grandes juegos, ahora de culto e historia del videojuego clásico, que han servido de base y fuerte inspiración a la hora de desarrollar The Eternal Castle.
Como ultimo representante de los cinematic platformer en The Eternal Castle vamos a encontrar todo lo que se espera de un buen titulo del genero. Un diseño de niveles repleto de plataformas que pondrán a prueba nuestra coordinación con saltos ajustados al ultimo “pixel” y multitud de enemigos a los que derrotar, ya sea a golpes o mediante las distintas armas de fuego que encontraremos en nuestro camino. Repetir una y otra vez saltos imposibles o combatir hasta dar con nuestros huesos en el suelo será el desafío propuesto, un desafío como los de antes, o casi. Probar y fracasar será la tónica que pondrá a prueba nuestra paciencia. Un nivel nos puede parecer imposible y chocaremos una y otra vez contra una muerte inmisericorde que nos obligará a volver sobre nuestros pasos hacia nuestra nave y elegir cualquiera de los otros 3 niveles, el juego consta de 4 contando el nivel final, que nos proporcionará ese arma, ese powerup, que nos permitirá afrontar ese nivel de manera, por decirlo suavemente, menos traumática. Al final tenemos un juego que se juega como los de “antes” y esto es un arma de doble filo, por un lado es un juego desafiante que nos obligará a sacar lo mejor como jugadores y donde el ratio castigo/recompensa esta muy bien ajustado pero por contrario hay que amoldarse a un timing y a un ritmo que hace mucho tiempo quedaron superados y puede pillar a contra pie a los jugadores actuales.
Pero sin duda alguna donde el juego sobresale, y esto puede parecer contradictorio, en su apartado gráfico. Paramos desérticos, casas en ruinas, discotecas o ciudades abandonadas que han sido pasto de los estragos de la guerra… entornos detallados, que transmiten en todo momento el ambiente grotesco en el que se desarrolla The Eternal Castle. todo perfectamente plasmado usando como pinceles pixeles del tamaño de puños y empleando en todo momento tan solo 4 colores. Es increíble como los tres artistas que hay tras el juego consiguen, usando tan poca variedad cromática, recrear entornos tan inmersivos. Y soy bastante consciente de que, viendo las fotografias que acompañan al texto, es bastante difícil de creer. Pero es uno de esos juegos que lucen mucho mejor en movimiento. Las animaciones recreadas frame a frame, en lugar de usar rotoscopia como se haría en los 80, las distintas capas de profundidad del escenario, los efectos de luz, de partículas (por llamarlo de algún modo) todo conforma un conjunto fascinante que ayuda al guión aportando una narrativa centrada en el propio juego, aportando los detalles justos mientras jugamos para que nuestro cerebro rellene los huecos y conforme el marco argumental por el mismo.
Otro aspecto donde el juego “juega” a emular el pasado es en el apartado sonoro. Como en los grandes clásicos de este genero, el silencio llenará la mayor parte de nuestra aventura rasgado solamente por nuestros propios pasos que resonarán en nuestros oídos como los disparos de nuestra arma o los sonidos guturales que erizarán nuestro bello. La magnifica banda sonora, en un soberbio chiptune, se reserva para ese descubrimiento vital o ese enemigo crucial aportando la tensión o la epicidad que la escena necesita.
Leonard Menchiari, Giulio Perrone y Daniele Vicinanzo han demostrado, con este falso remake, la máxima de que el videojuego actual se puede decomponer para volver de nuevo a los orígenes más básicos. Nuestro cerebro no necesita gráficos 4k ni tasas rocosas de 60 fps solo necesita una gran aventura. Una en la que el jugador se implique totalmente, en la que su cuerpo esté frente a la pantalla pero su mente viaje dentro de ella.
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