
Weapons. Crítica
11 agosto, 2025La narración, situada en Albuquerque, comienza con la desaparición simultánea de 17 niños, a las 2:17 de la madrugada, alumnos todos de una misma profesora. Con esto no desvelo la trama, pues no es más que el planteamiento a partir del cual se desarrolla un guión que te lleva a buscar teorías que puedan explicar lo ocurrido y te mantiene enganchado a un argumento opresivo del que no puedes ni quieres escapar. Como en los mejores clásicos del terror, la película te arrastra a un terreno donde la incertidumbre es la reina y el suspense contenido va dando paso poco a poco a un gore que empieza con timidez y termina completamente desatado, como si estuviéramos en alguna de las primeras películas de Peter Jackson. Igual que en éstas, el humor negro tiene un papel fundamental, con momentos que te arrancan una carcajada, no porque sean particularmente graciosos, sino porque son tan oscuros que no se te ocurre cómo reaccionar.
El relato se estructura en capítulos, cada uno centrado en uno de los personajes, con historias que se entrelazan y, en ocasiones se superponen, para mostrar un mismo evento desde perspectivas distintas. Este recurso, que podría haber sido un mero alarde narrativo, funciona como un puzzle que se arma lentamente ante tus ojos. Al principio, te sientes desorientado ante un evento inexplicable, donde las piezas no encajan y el peligro parece acechar en cada esquina. Cada capítulo añade una capa de información, revelando detalles que te hacen replantearte lo que creías saber, hasta que la verdad emerge. Esta narrativa fragmentada, convierte a Weapons en un relato tan complejo como adictivo, donde el suspense crece con cada cambio de perspectiva.
La banda sonora, de los hermanos Holladay, se adapta en cada uno de estos capítulos a la personalidad y el estado emocional de su protagonista: desde melodías inquietantes con sintetizadores que recuerdan a la atmósfera onírica de Charles Bernstein en Pesadilla en Elm Street, hasta ritmos más crudos y tribales que podrían encajar en los campos de maíz de Stephen King. Esta variedad no solo refuerza la individualidad de cada personaje, sino que intensifica la sensación de estar saltando entre diferentes pesadillas, cada una con su propia textura y amenaza.
El reparto, encabezado por un Josh Brolin que parece disfrutar cada segundo de su papel ambiguo, está a la altura del desafío. Los actores se mueven con soltura entre el drama, el terror y ese humor negro que te hace sentir un poco culpable por reírte. No hay grandes nombres que distraigan, pero sí interpretaciones sólidas que te mantienen enganchado a la historia. La dirección de Cregger, que ya demostró su talento para el terror con Barbarian, es precisa, sabiendo cuándo apretar el acelerador y cuándo dejarte respirar, aunque sea solo para que el próximo susto te golpee más fuerte.
En definitiva, Weapons es un festín para los amantes del terror que no temen ensuciarse las manos. No pretende inventar nada nuevo, sino que bebe de clásicos del género y los remezcla con un toque moderno que se siente fresco y perturbador. Su estructura en capítulos, su humor negro con un punto gore y una acertada banda sonora hacen que te sientas como un detective atrapado en una pesadilla colectiva. No es una película para los que buscan respuestas fáciles, pero si te gusta perderte en el suspense y salir del cine con el corazón en un puño y una sonrisa torcida, esta película es justo lo que necesitas.
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