
Kaibun 7: Detectives
1 agosto, 2025Recibir Kaibun nº 7 entre las manos es como encontrarse una carta anónima escrita con caligrafía perfecta y olor a tinta nueva. Sabes que dentro hay un misterio, y también que resolverlo va a ser un placer. Esta vez, el crimen gira en torno a lo detectivesco: 252 páginas que se sumergen en asesinatos, pistas falsas, duelos intelectuales y una cultura japonesa que ha hecho del misterio un género de identidad nacional.
He leído muchas revistas, pero pocas con esta ambición editorial. Kaibun no se conforma con repasar títulos conocidos ni con dejarte una lista de “animes para ver si te gusta Death Note”. Aquí hay estructura, hay discurso, y sobre todo, hay mimo. Es un número que quiere enseñarte a leer entre líneas, a sospechar de lo obvio, a entender el porqué de cada escena, cada personaje, cada giro de guion.
Y sí, viene con una espectacular litografía exclusiva de Death Note por Pepa Blackman, pero no es eso lo que te atrapa. Es el contenido.
El primer sospechoso: TANTEI
El bloque principal del número es también el más obvio. Como en todo buen caso, el culpable suele estar delante de tus narices. Detective Conan, Monster, Death Note, City Hunter… y un perfil precioso de Gosho Aoyama, ese artesano de crímenes imposibles disfrazados de manga para todos los públicos. Aquí no hay resúmenes, hay exploración: ¿por qué nos fascinan estos personajes? ¿Qué tienen en común un niño detective con gafas y un neurocirujano alemán que persigue a un asesino sin alma?
Los textos no solo analizan, conectan. Las obsesiones de L, el infierno moral de Light, el heroísmo sin capa de Tenma, el chulerío ochentero de Ryo Saeba… Todos ellos conviven en una red que muestra cómo el detective japonés ha evolucionado desde el arquetipo occidental hasta convertirse en una criatura única, a medio camino entre el ángel y el monstruo.
Escena del crimen: el manga
Si esperas una lista de títulos recientes, te vas a sorprender. Aquí hay joyas escondidas, como Los asesinatos de la mansión decagonal, o Sigue las nubes al noroeste, que son analizadas de manera magistral por David Heredia y José Álamo.
Luego está Witch Watch, que es puro caos mágico con mucho humor. Smiley, en la que un periodista tendrá que vérselas con una peligrosa secta. Y El chico que me gusta no es un chico, que habla del amor adolescente en una tienda de discos. Este bloque demuestra que el manga detectivesco ya no se parece a Sherlock, sino a una mezcla de Murakami, Junji Ito y una visual novel.
La pantalla interroga
La sección de anime es tan variada como los métodos de investigación de sus protagonistas. Desde el clásico filosófico Subete ga F ni Naru, con su lógica abstracta y su frialdad hipnótica, hasta el humor oscuro de Ron Kamonohashi, que huele a caso de la semana pero engancha como un thriller de Netflix (de hecho, Ranma vuelve a Netflix y también se cuela en esta edición, como testigo inesperado de los cambios culturales que se avecinan).
Sakamoto Days es otra sorpresa: mucha acción, mucho ritmo y un pasado que pesa como prueba circunstancial. Y Tierra, sangre, conocimiento… bueno, eso es otro nivel. Una reflexión animada sobre los límites de lo humano, de la violencia y del saber, que no parece anime, sino una tesis dibujada.
Los informes confidenciales: cuatro reportajes de fondo
El primer dosier es un dilema existencial: “Entre lo humano y lo robótico”, que analiza a los robots, desde los más monos hasta los más inquietantes, todo ello tomando como marco la obra Pluto, de Naoki Urasawa.
Le sigue “Encuentros en la tercera clase”, un recorrido entre alienígenas, yokais y conspiraciones que usa Dandadan como excusa para hablar de lo paranormal como género de investigación emocional.
“Mucho más que volantes” pone la lupa sobre la cultura lolita en Japón: estética, identidad y resistencia. Un reportaje que mezcla moda, historia y psicología con Hello Kitty.
Y cerramos con “La sierra del carnicero”, un perfil a lo True Crime del mismísimo Gen Urobuchi, autor de las historias más retorcidas del anime reciente. Si hay alguien que merece un retrato criminal, es él.
Los archivos del caso
Pero Kaibun no se olvida de la trastienda. La sección Industria detalla con precisión el proceso de creación del anime: desde el guion hasta la animación final, pasando por el diseño de personajes, la grabación de voz y, por supuesto, la música. En ese punto entra en escena la entrevista a Burnout Syndromes, responsables de temas que suenan mientras se comete el crimen… o se resuelve.
También hay espacio para videojuegos, con Phoenix Wright como protagonista absoluto. No podía ser de otra forma: es el abogado/detective más carismático del medio, y aquí se analiza su narrativa como si fuera una clase magistral. Le acompaña un perfil de Hidetaka Miyazaki y su tan afamada saga Souls.
Y como último acto, la sección de Cultura nos regala dos piezas que son puro sabor japonés: una dedicada a Ranpo Edogawa, padre del misterio nipón y alma de todo este número; y otra sobre las tiendas de conveniencia, esos combini que aparecen en cada esquina de Japón… y también en muchas escenas clave de anime. Lugares donde alguien compra leche… o entierra una pista.
El veredicto
Kaibun nº 7 – Detectives no es solo una revista. Es un libro, una exposición portátil, una tesis encuadernada con cariño y un juego de pistas en cada página. Su lectura requiere tiempo, atención y cierta predisposición a dejarse arrastrar por un estilo más ensayístico que divulgativo. Pero si te gusta el género, si alguna vez soñaste con resolver un caso, o si simplemente quieres ver cómo se puede hablar de manga con respeto, belleza y profundidad… esta es tu publicación.
No sé quién fue el culpable. Pero sí sé quién lo publicó. Y lo hizo con estilo.
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