The Red Strings Club. Sírveme otra copa, por favor

27 marzo, 2019 0 Por furgonetero
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Análisis Switch

“Si vas a intentarlo, ve hasta el final.

No hay otro sentimiento como ese.

Estarás a solas con los dioses

y las noches se encenderán con fuego.”

Lanza los dados, Charles Bukowski

Hay que ser valiente para decirle a alguien a la cara lo que piensas realmente de él: sin tapujos, sin ambages, sin grandes circunloquios. Directo al grano. Un tortazo en la cara que descoloca al más pintado. Así es The Red Strings Club: todos nos pensamos íntegros, coherentes, impolutos, pero la distopía de Deconstructeam nos muestra nuestra propias costuras. Nos dice a la cara lo que nosotros no somos capaces de ver… o no queremos ver. The Red Strings Club es un juego valiente. Valiente y necesario porque la crítica que desprende es la que nos puede ayudar a ser mejor personas: nos va a diseccionar para que, al volver a recomponernos, al volver a pensar en todas las deciciones que hemos tomado, seamos conscientes de nuestras debilidades y fortalezas.

De manera muy inteligente, The Red Strings Club utiliza la tecnología para hablarnos de las emociones y los sentimientos: Donovan es un barman con el don especial de saber crear cóctels que pueden ahondar en las emociones que más le convengan. Y es que Donovan no es simplemente un barman: es un bróker de información. Es decir, se dedica a comerciar con información que extrae de sus clientes. Así pues, cuando él y su amigo, Brandeis, se enteran de que una de las grandes corporaciones está a punto de sacar al mercado una tecnología que será capaz de controlar las emociones de sus usuario con el noble fin de garantizar la felicidad de la sociedad, ambos decidirán desmantelar esta conspiración.

Bajo esta premisa, el juego despliega dos mecánicas diferentes que complementan de manera magistral su mensaje. Nuestro objetivo es sonsacar información de nuestros clientes para completar una serie de lagunas que nos ayudarán a resolver el rompecabezas que se nos presenta en esta distopía. Para ello haremos uso, en primer lugar, de nuestras dotes de barman: podremos combinar bebidas y crear así nuestros cóctels para generar una serie de emociones (que van desde el miedo y la ansiedad a la ambición y el sexo) que predispongan a nuestros interlocutores a aflojar la lengua. De esta manera, en segundo lugar, podremos realizar una serie de preguntas que, si damos con la tecla adecuada teniendo en cuenta la emoción provocada, puede que nos facilite un torrente de información.

Los diálogos, traducidos al castellano, son chispeantes y los personajes que nos visitan son una clara muestra de cómo presentarlos y dotarlos de una gran profundidad en algo menos de 15-20 minutos. Cada  uno de ellos tiene un tono, una luz y una música propios: The Red Strings Club es casi una obra de teatro con un único escenario que se va modulando según los personajes que lo habitan: es esta unidad de espacio y tiempo (se visitan otros espacios y tiempos, pero de manera breve) la que permite saborear mejor cada visita. Y es que, audiovisualmente hablando, estamos ante una auténtica delicia: su estética pixel art construye un universo cyberpunk sólido, con encanto, elegancia y exquisitez. Y qué decir de su banda sonora: cada pieza casa perfectamente con el tono de la obra y sus personajes. Quizás por esta excelencia audiovisual uno lamenta que no hayan más escenarios y personajes con los que poder deleitarnos.

Posiblemente, esta obra sea tan profundamente interesante por la escala de grises que presenta: no hay respuestas ni decisiones buenas o malas. Sólo hay TUS respuesas y TUS decisiones. Y sí, algunas te darán más información que otras, pero el precio a pagar puede ser alto: la obra de Deconstructeam no esconde en ningún momento la tremenda ironía resultante de luchar contra una tecnología que controla las emociones mediante una serie de bebidas que, precisamente, sitúan a nuestros interlocutores en las emociones que más nos convienen. ¿Hasta que punto el fin justifica los medios? En este juego me he descubierto más de una vez cabilando varios minutos qué responder, pero no por temor a equivocarme o dejar de conseguir cierta información, sino porque realmente me estaba replanteando cuáles eran mis principios y mis valores.

The Red Strings Club es una obra pausada, de ritmo lento, no hay límite de tiempo para preguntar ni contestar porque no se busca que el jugador responda bajo presión sino que, cuando llegue la resolución, sea consciente de que cada paso que ha dado, lo ha dado asentado bajo sus propios valores. Por eso, creo que la partida buena, aquella que más va a golpear al jugador en su conciencia, es la primera partida: jugando a oscuras, sin saber qué se cuece realmente (hay giros de guion ciertamente espectaculares), sin saber cómo debemos actuar con nuestros visitantes nuestros actos y decisiones recaen en nuestro criterio. Las consecuencias que de ello se van a desprender son totalmente nuestras. Y os aseguro que eso no es fácil de encajar.

Saber golpear con un buen gancho en el momento preciso y con la contundencia y seguridad necesarias es un arte. Pero también lo es saber encajarlo, al menos con dignidad. Muy probablemente por esto, The Red Strings Club no es un plato para todos los paladares, o mejor dicho, no es un cóctel que vaya a gustar a todos. Porque Deconstructeam, como Donovan, sabe tocar nuestras emociones más profundas de una manera cruelmente bella: nos guían hasta un callejón sin salida en el que deberemos asumir las consecuencias de lo que hemos provocado. Seremos víctimas y verdugos de los hilos del destino que, con nuestros actos, han ido tejiendo un tapiz rico en matices, repleto de luces y sombras. Créanme cuando les digo que no olvidarán fácilmente este juego: van a salir magullados y doloridos, pero con la sonrisa de aquel que ha sabido combatir hasta el final.

 

 

 

 

 

The Red Strings Club

9.3

Historia

10.0/10

Jugabilidad

8.0/10

Diseño Artístico

9.5/10

Diseño de Sonido

9.5/10

A Favor

  • Gran argumento y grandes personajes principales y secundarios
  • Apartado audiovisual excelente
  • Que cada decisión y respuesta te obliga a replantearte tus propios valores

En Contra

  • Que no te gusten las aventuras narrativas.