Brothers: A Tale of Two Sons
6 junio, 2019Análisis para Nintendo Switch
De vuelta a la infancia.
Sí que recuerdo, no claramente, sino de manera un tanto brumosa, cómo por las noches, antes de irme a dormir, me sentaba en la cama a leer los cuentos que mi madre me traía. Entonces no me daba cuenta, pero, como muchas otras narraciones clásicas para niños, solían ser cuentos un tanto crueles, un tanto oscuros: una aproximación al mundo por venir que nos mostraban sucesos de una dureza inusual con una liviandad impropia. O quizás eso nos parece ahora. Quizás, y sólo quizás, esa distancia o ruptura entre lo que se narra y su tono se nos hace más evidente conforme dejamos atrás el mundo de los infantes: posiblemente entonces nos hablen con una naturalidad que apela a la ingenuidad, un lenguaje que perdemos con los años. Mientras aprendemos otro(s), olvidamos aquél: el más importante, el que apelaba a las emociones y al descubrimiento. Y quizás, sólo quizás, por esto mismo me parece tan maravillosa e imponente la obra de Josef Fares: porque recupera ese lenguaje de la infancia, que se mueve con facilidad pasmosa entre la risas y el llanto, el juego y la obligación, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. Recordamos de nuevo aquel idioma olvidado.
Todo este largo circunloquio me vale para deciros algo tan sencillo como que, jugando a Brothers: A Tale of Two Sons, me he vuelto a encontrar sentado en la cama, como cuando era pequeño y cogía de nuevo el libro entre mis manos para retomar el libro por donde lo había dejado la noche anterior. Y reencontrarme con esas emociones y esa manera de narrar: una mezcla entre la belleza y lo grotesco, los sueños y la realidad. No es algo sencillo (aquí me saco el sombrero) conseguir que un adulto rememore las emociones tan puras que se tiene cuando se es pequeño y todo es un constante descubrimiento. Y Fares lo consigue mediante muchos mecanismos que, juntos, son capaces de crear una obra inusual.
El primero de ellos es su historia: Naia y Naiee han perdido a su madre, ahogada en el mar ante la de Naiee de salvarla. El padre de ambos cae gravemente enfermo y ambos han de embarcarse en un largo viaje hasta el Árbol de la Vida, del que deberán conseguir un poco de agua para salvarlo. Un argumento sencillo y trillado, cierto, pero que nos va a deparar un abanico de emociones increiblemente amplio: hay un amor en los pequeños detalles, en los hechos más nimios y de apariencia insignificantes que logran dotar de una profundidad inusitada a la relación entre ambos hermanos y que nos hacen ver cómo se van transformando a lo largo de la aventura. Permítanme que me detenga en ellos, porque me parece que la delicadeza que esta obra tiene con los pequeños detalles juega en otro nivel. Os parecerá absurdo pero uno de los momentos más emotivos de la aventura reside en un acto casi intrascendente pero que cala profundo en el jugador: los hermanos se suben a dos cabras que han de montar para salvar los obstáculos. Este breve momento resume como pocos el tránsito fugaz de la felicidad, ese momento de disfrute antes de la tormenta, un suspiro que nos ilumina el rostro al escuchar a los hermanos reir. Otro de esos mecanismos mencionados está en la actitud de cada hermano ante las cosas que ven y las personas con las que se cruzan: Naiee, el más joven de los dos, es más pillo, más proclive a la chanza y la diversión, mientras que Naia debe preocuparse en todo momento por el devenir de la aventura y pregunta a los caminantes por la ubicación de el Árbol de la Vida. Dos actitudes contrapuestas que permiten ver la evolución de ambos a lo largo de la historia. Si me permiten un consejo: huelan con ambos hermanos por separado la flor que hay en su hogar y háganlo de nuevo en el epílogo. Con este pequeño detalle verán cómo importan esos pequeños actos y cuantísimo pueden decirnos de la personalidad de los hermanos.
Pero sin duda, la estrella del juego es la jugabilidad que pone en práctica: en todo momento controlaremos a Naia y Naiee, cada uno con un stick que nos permitirá moverlos a la vez en el escenario. Con el gatillo ZR y ZL realizaremos las acciones contextuales de cada uno de los hermanos. Por supuesto, la colaboración y coordinación entre ambos será esencial para avanzar por el escenario y resolver los pequeños puzzles y retos que nos sobrevendrán en esta historia. Una jugabilidad que puede parecernos confusa, pero que nos obliga a comprender que la colaboración no siempre es sencilla, que orquestar los movimientos de ambos nos va a costar más de lo que pensábamos pero que a medida que avance la historia veremos que se va puliendo, se va transformando: la jugabilidad se convierte así en un elemento tremendamente significativo. Fares consigue que una mecánica aparentemente sencilla enriquezca la narrativa a niveles realmente sorprendentes. Lo que llega a hacer en el epílogo del juego me resulta tan inmensamente emotivo como brillante: es maravilloso ver como subvierte su propia jugabilidad y con ello sigue explicándonos nuevas capas de la historia y de sus personajes. Sencillamente me rindo ante su propuesta jugable y lo que conlleva a lo largo de la aventura.
Hay dos elementos más en este videojuego que sirven para redescubrir esas emociones primigenias de las que hablaba. Uno es la que comenta el propio Fares al inicio del documental que hay como extra en el juego: el lenguaje. Los personajes hablan un idioma ficiticio sin significado alguno. Comprendemos lo que quieren decir a través de los gestos y el contexto: algo que universaliza su mensaje y lo despoja de cualquier artificio que empañe sus emociones con elementos enrevesados o que despisten al jugador. Se trata de desnudar las emociones y los sentimientos de los personajes a través de la sencillez. Un recurso que en aparencia resulta sencillo pero que en realidad es muy complejo de llevar a cabo. El otro es el diseño de los escenarios: está claro que se trata de un mundo vivo y que cada escenario ya no solo cuenta su historia, sino que se presenta como un reflejo emocional de los protagonistas y de su periplo. No hay duda de que tras la aparencia de cuento se esconde una narración cruda y oscura y eso es algo que se vislumbra perfectamente en el diseño de los distinintos paisajes que componen el videojuego.
Quizás Brothers: A Tale of Two Sons pueda parecer un juego, en su superficie, sencillo, ingenuo, pero a medida que profundizamos en él, que nos detemos en su propuesta jugable, en su historia, en la caracterización de cada hermano… a medida que observamos las distintas capas de significado con las que Josef Fares ha querido componer su obra somos conscientes de la complejidad que entraña y de la genialidad de algunas de sus ideas. Con él recuperamos ese lenguaje que habíamos olvidado, ese idioma con el que los niños descubren el mundo.
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Brothers: A Tale of Two Sons
A Favor
- Su propuesta jugable.
- Su historia: sencilla pero emotiva y profunda.
- Cómo están perfiladas las personalidades de Naia y Naiee.
- Un apartado artístico que nos depara algunas estampas realmente bellas.
En Contra
- El juego sufre algunos bugs un tanto molestos.
- El apartado musical se queda corto.