Análisis The Signifier – The Director’s Cut
14 junio, 2021Una de las cosas que más me gusta de los videojuegos es que, más allá de su capacidad para poner a prueba nuestra habilidad y nuestro razonamiento lógico al mismo tiempo que nos divierten, son capaces de posicionarse en los más diversos registros, desde lo más desenfadado a lo más solemne, desde la carcajada hasta el terror extremo… y todo ello sin la necesidad de soltar el mando.
The Signifier – The Director’s Cut, la versión revisada y mejorada del original The Signifier, es un ejemplo perfecto de que es posible hacer un juego divertido que al mismo tiempo nos haga pensar sobre determinados planteamientos éticos y políticos a través de una trama de investigación con más capas de las que podríamos imaginar antes de comenzar a jugarlo. Desarrollado por el estudio chileno Playmestudio y publicado por Raw Fury, el juego nos pone en la piel de Frederick Russell, un prestigioso psicólogo especializado en inteligencia artificial e investigador principal en el ambicioso proyecto Dreamwalker, una tecnología experimental capaz de escanear el cerebro humano y reconstruir sus recuerdos, sentimientos y emociones.
Con la ayuda de Evee, la inteligencia artificial que hemos desarrollado, investigaremos la muerte de una joven ejecutiva fallecida en misteriosas circunstancias en su apartamento. Un aparente suicidio que enmascara una trama bastante más compleja de lo que en un primer momento podríamos anticipar y que nos llevará, literalmente, a lo más profundo del subconsciente de la víctima.
Jugablemente, The Signifier es una aventura de investigación en primera persona que fácilmente podríamos etiquetar como un walking simulator, puesto que aunque el juego contiene algunos puzzles, durante la mayor parte del juego nuestro objetivo será recorrer los diferentes escenarios interactuando con los mismos para recoger la mayor cantidad de información posible que nos permita arrojar un poco de luz sobre la trama y continuar con nuestras pesquisas.
Esta investigación se realizará en diferentes planos, complementarios entre sí y entre los que podremos ir alternando en el transcurso del juego. El primero es el mundo real, el mundo de lo tangible, donde además de visitar las ubicaciones clave para la investigación e interrogar a los sujetos de interés, asistiremos en primera persona a un interesante debate sobre los límites éticos y morales de la inteligencia artificial y la legitimidad de su control por parte de los poderes públicos, desarrollado a través de nuestra relación tanto con una siniestra agencia gubernamental como con una megacorporación no tan alejada de las que ya existen en la actualidad.
El segundo plano, similar en cuanto a concepto a las neurodanzas de Cyberpunk 2077 aunque muy diferente en sus mecánicas, es el de las memorias objetivas. Gracias a la reconstrucción de Evee podremos recorrer diferentes momentos de la vida de la joven asesinada tal y como ella los recordaba, incluyendo las inconsistencias, lagunas y distorsiones que todos tenemos en nuestros propios recuerdos.
Por último, el círculo se cierra con el tercer plano, del de las memorias subjetivas. Un mundo en el que el subconsciente toma el control y los miedos, traumas y obsesiones campan a sus anchas sin dejar espacio para la lógica o la causalidad. Un plano completamente surrealista, pero en el que generalmente encontraremos las claves que realmente dan sentido a los otros.
Esta estructura se traslada perfectamente al apartado artístico: el aspecto realista y verosímil del plano real contrasta con la imprecisión, desdibujado y deformación de los otros planos, especialmente en el subjetivo o cuando los recuerdos están más alejados en el tiempo, o corresponden a momentos en los que la víctima estaba bajo el efecto de drogas o bajo fuerte presión emocional. Es en estos momentos cuando la creatividad del equipo chileno se dispara para ofrecernos algunas de las situaciones más potentes y, valga la redundancia, significativos del juego.
Resulta llamativo que, a nivel gráfico, estas escenas mentales no tan detalladas y a priori más feístas acaban pareciendo mucho más atractivas que sus contrapartes en el mundo real, que chirrían un poco al tratar de aproximarse a un fotorrealismo que no llegan a alcanzar del todo. También me ha llamado la atención que, pese a ser un juego para nada frenético, los controles no terminan de responder del todo bien, sobre todo al jugar con mando. Especialmente en el caso de las distorsiones temporales, que se hacen especialmente complicadas de complicar gestionar únicamente con el stick derecho.
Realmente, todo lo dicho en la reseña hasta este momento podría haber sido directamente aplicado al The Signifier ogirinal, publicado en octubre de 2020. ¿En qué consiste, entonces, este Director’s Cut? Esta nueva versión supone por un lado una mejora técnica en términos de optimización, velocidad y rendimiento, pero también se amplía el contenido jugable, incluyendo más recuerdos, diálogos, decisiones e incluso tres nuevos finales a sumar a los que ya había en la edición original, multiplicando la rejugabilidad del título.
Por si fuera poco, esta edición mejorada y ampliada del juego, ya disponible en PC/Mac y próximamente en consolas tanto de vieja como de nueva generación, es completamente gratuita para cualquiera que ya hubiese adquirido la versión original, de manera que ya sea consciente o inconscientemente, objetiva o subjetivamente… no tenemos excusa para no hacernos con un título que no va a dejarnos indiferentes.
- Sam & Max: The Devil’s Playhouse. Análisis - 17 septiembre, 2024
- Análisis de Hogwarts Legacy - 10 marzo, 2023
- Análisis The Last Of Us Parte I - 12 septiembre, 2022
The Signifier - The Director’s Cut
A Favor
- Poder sumergirnos en lo más profundo del subconsciente humano.
- Su apartado artístico, especialmente al adentrarnos en las memorias.
- Una historia que no solo atrapa, sino que además nos hará reflexionar.
En Contra
- Controles no del todo precisos con el mando.
- Gráficamente, el mundo real chirría un poco.