
Despelote. Análisis
20 mayo, 2025El mejor juego de futbol del 2025
Es curioso como los pequeños detalles de las historias pueden, por ellos solos, contar otros relatos, que llegan a ser en ocasiones, más grandes que la historia que creíamos en un principio como principal. Pequeños fragmentos sueltos, perdidos y casi indistinguibles, entre las líneas y líneas de los diálogos que componen una narrativa, pero que entre ellos entretejen el verdadero mensaje que el creador quiere dar con su juego. Una sinestesia narrativa solo posible en el mundo del videojuego, bueno quizás en esto exagero (aunque no lo creo), gracias a la capacidad del medio de entrelazar capas narrativas entre las distintas mecánicas jugables y los artificios visuales que se pueden poner en pantalla. Mensajes que en algunas ocasiones están más a la vista como el de The Last of Us 2 o más escondidos como en Lobotomy Corporation, pero siempre magistralmente integrados tal y como pasa en “Despelote”.
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Yendo al grano del asunto, lo que realmente nos cuenta “Despelote” es la historia de la gente de Ecuador en 2001, de una sociedad que se retuerce por sobrevivir a la situación brutal por la que atraviesa el país. Un Ecuador que esta al borde del colapso, desbordado por una crisis económica que ya se alarga durante más de 10 años, una dolarización inútil de su economía, corralitos bancarios, inflaciones de tres cifras, manifestaciones, la militarización de los servicios sociales… problemas que se amontonan sobre unos habitantes que pelean, como pueden, para no morir sepultados y asfixiados ante una realidad impuesta, fruto de años y años de corrupción y malversación política. Donde la única vía de escape que tienen muchos de sus habitantes es depositar sus esperanzas en el deporte rey, el futbol. Una isla de tranquilidad en un mar de desesperanza, en la que refugiarse de la terrorífica realidad durante, al menos, 90 minutos. Este es el mensaje del juego de Julián Cordero y Sebastián Valbuena. Un mensaje que se deja entrever dentro del juego. Lo podemos leer en las primeras planas de los periódicos acompañando, casi difuminado y en segundo plano, las noticias sobre la selección de futbol de Ecuador que pelea, por primera vez en su historia, por clasificarse para el mundial de 2002. Oírlo si nos acercamos a ese vendedor de cebiche que discute con un cliente o a esa pareja que charla despreocupadamente mientras disfruta de un picnic improvisado en un soleado rincón del parque. Incluso en nuestro propio hogar si dejamos la consola y nos acercamos a ver de lo que hablan papa y mama mientras nos hacen la cena… Todo esta ahí escondido a plena vista, esperando a que lo descubramos si somos lo suficientemente curiosos. Un durísimo mensaje disimulado entre una historia, por lo que dicen, biográfica que va de niñez, de amistad, de despreocupación y futbol.
Una historia contada con la sencillez e insignificancia con la que contaríamos una anécdota de niñez y plasmada en el control con la misma maestría. Correr por las calles y patear “lo que sea” es fiel reflejo de la sencillez con la que la nostalgia nos recuerda lo “fácil” que era todo de niños. Y esa misma simpleza esta plasmada en nuestro game pad con tan solo dos botones y el stick de control. Una nostalgia que también se plasma en un apartado gráfico haciendo que todo se vea distinto, difuminado por la niebla del recuerdo y en donde todo es más irreal de lo que seguro era entonces. Elementos simples con los que recorrer todos lo rincones de nuestro barrio, jugar con los amigos, ir a clase, hacer pellas o simplemente pasear mientras hacemos tiempo para que nos recojan del parque. Una vida sencilla rodeada de una realidad que nos era tan ajena como complicada.
Y tras jugarlo y ver la poca, casi nula, repercusión del juego en el panorama actual, me doy cuenta de que el propio “Despelote” es un mensaje en si mismo. Un grito de atención que evidencia la crisis del mundo del videojuego tal y como es actualmente, culpables de ella tanto jugadores como industria. En donde se priman más las celdas en verde de un excel que la originalidad y donde nos vemos abocados a repetir continuamente las mismas e insulsas historias de siempre con una estúpida sonrisa de complacencia en la cara. “Despelote” es un juego maravilloso que es capaz de transmitir en solo un par de horas lo que Triples A con desarrollos mastodónticos son incapaces de ofrecer. Al final “Despelote” es como el futbol en esta historia que tan bien nos cuenta: una isla de tranquilidad en un mar de desesperanza, en la que refugiarse de la terrorífica realidad durante, al menos, 120 minutos.
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