Symphonia. Análisis.
11 diciembre, 2024Plataformeo en perfecta armonía.
El estudio francés Sunny Peak nos trae una fascinante aventura plataformera sin combate que pondrá a prueba la precisa afinación de nuestros mandos, ya que toda ella se desarrolla en un mundo creado por y para la música. El resultado no puede ser más original y sorprendente. ¿Escuchas unas juguetonas notas de violín? ¿Unas solitarias teclas de piano parecen empeñarse en acariciar tus tímpanos? Déjate llevar en la dirección de la que viene esa música. Vente con nosotros, que te contamos más sobre Symphonia.
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El mundo de los videojuegos independientes es profundamente fascinante. Cuando y de donde menos te lo esperas surgen joyitas que brillan en dimensiones que no podíamos ni imaginar antes de encontrarlas. Hay productos visionarios que vuelan nuestras cabezas, pequeñas aventuras experimentales que resultan difíciles de encuadrar y hasta de describir, maravillas técnicas que elevan una determinada sensación jugable a la más absurda excelencia, y también hay apuestas cándidas que no aspiran a más que a contar una historia y provocar alguna emoción o reflexión. Y luego hay títulos como el que nos ocupa hoy, que aúnan en distinta proporción un poquito de cada uno de esos componentes, y alguno más.
Esta propuesta del estudio galo Sunny Peak, publicada de la mano de Headup Games hace varias de estas cosas, y las hace muy bien. En Symphonia encarnamos a un ser llamado Philemon (si, léase Filemón, como el jefe de Mortadelo), que es uno de los cuatro padres fundadores del glorioso y musical mundo de Symphonia. Philemon es un virtuoso violinista, como delatan su elegante traje de concierto y los pentagramas que va dibujando en el aire al moverse, y al despertar tras un largo letargo, se da de bruces con una cruda realidad: su hogar y querida creación, Symphonia, ha caído en desgracia. La música se descompone, las partituras yacen abandonadas por doquier sin nadie que las interprete, y las notas de este otrora armónico y musical mundo suenan desperdigadas sin ritmo ni melodía en una decadente y melancólica cacofonía. Ni corto ni perezoso, Philemon se embarca en una odisea para volver a traer la gloria musical a Symphonia, para lo cual ha de encontrar y recuperar a sus otros tres compañeros músicos fundadores, desperdigados por un mundo lleno de mecanismos que activar, plataformas entre las que saltar, y pinchos en los que quedarse ensartado al mínimo desliz.
Lo primero que entra por los ¿ojos? No, mejor voy a elegir otra palabra: lo primero que entra por los SENTIDOS es el impecable nivel artístico del juego, tanto a nivel gráfico como, no podía ser de otra forma, sonoro. Visualmente el juego es precioso e impecable, completamente dibujado a mano con enorme gusto y animado con gran maestría. La paleta de colores huele a maderas nobles y metales pulidos, y los juegos de luces y sombras hablan de la decadencia en la que se ha sumido el mundo de Symphonia, y de la esperanza de contar con una violinista obstinado que se resiste a resignarse a dejarla a su suerte. Y en el apartado sonoro, qué os voy a contar. Todo el juego está envuelto en un tono de música clásica, de cámara, afinado hasta la obsesión. Las melodías que suenan en cada escenario crean un ambiente teatral en el que parece que Philemon en realidad interpreta una obra o una pieza de animación tipo Disney de los años 40. Y los sonidos son todos musicales: teclas de piano, el golpeo de un triángulo, el crujido de una madera de un escenario, y, por supuesto, el traicionero y burlón arpegio que vamos a llegar a aborrecer porque suena cada vez que Philemon muerde el polvo. Y creedme que esto va a ocurrir más de una y más de dos veces.
Porque tras la romántica premisa de devolver a Symphonia su gloria perdida se esconde una propuesta de juego de plataformas al más puro estilo de Celeste. Sin el más mínimo atisbo de armamento ni combate, Philemon se valdrá de sus capacidades de salto y movimiento para ir superando desafíos de progresiva dificultad, y de su inseparable violín para ir interactuando con el entorno, activando y desactivando distintos mecanismos que le permitirán seguir avanzando en la búsqueda de sus compañeros de cámara. El plataformeo es preciso y exigente, sin llegar a ser desesperante, pero siendo en ningún caso un paseo. La propuesta jugable de este título es directa, sencilla y tremendamente efectiva. Y el diseño de los desafíos en los distintos escenarios hará las delicias de los aficionados a este tipo de propuestas, presentando una progresión constante, que se tuerce y retuerce sobre sí misma de formas sorprendentes y satisfactorias de superar.
Symphonia es una experiencia corta, ya que apenas alcanza las cuatro horas de duración, pero no le sobra ni le falta de nada. Como decíamos más arriba, tanto la experiencia de juego como la ambientación son soberbias, y tendremos en todo momento la sensación de que estamos asistiendo a la representación de una pieza musical en la que cada instrumento está tocando su línea en perfecta sintonía con el resto de la orquesta. Por cierto, sin presión, pero el director eres tú, y la batuta es tu mando. ¿Te atreves a llevar a este músico a través de todos los peligros y dificultades que te tiene preparado este traicionero pentagrama de Symphonia?
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Symphonia
19,99€A Favor
- Controles afinados y plataformeo satisfactorio.
- Estilo artístico de altísimo nivel, ilustrado a mano.
- La música y los efectos sonoros son uno, al perfecto unísono.
En Contra
- Es muy corto. Deseando ver qué nuevas cosas hace Sunny Peak.
- Este tipo de desafío plataformero puede ser desesperante para algunos jugadores.
- La historia es poco original, aunque no empaña la experiencia en ningún caso.